Hasta ahora los artículos que he escrito han sido una especie de “diario de recuerdos” de cómo empezó todo, quería explicar cuál fue el detonante y cómo empecé a introducirme en este mundo de vivir en el cuerpo. Hacía mucho tiempo que sentía que necesitaba sacarlo, pero ahora que por fin lo he compartido, a parte de que lo veo muy lejano, me ha costado explicarlo usando los términos de la Senda de antes, desde su punto de vista. Vuelvo la vista atrás y me doy cuenta que he andado mucho desde entonces, y eso me hace muy feliz.
El cuerpo, el gran olvidado
Al empezar a andar este camino me he dado cuenta (me repito más que el ajo, pero de esto va la cosa, de darse cuenta —gracias Oihana) de lo olvidado que tenemos el cuerpo en nuestra vida, sólo le prestamos atención cuando duele y, por si no fuera poco, cuando nos duele hablamos mal de él: “¡Dichosa pierna! no me deja andar bien” o “Cómo me duelen las cervicales (con cara de asco)”. También le prestamos atención para quejarnos de lo que no nos gusta: que si tengo la nariz demasiado grande, tengo demasiado vello, me sobra un michelín, tengo poco pecho…
Sin entrar en por qué tenemos estos auto-juicios tan severos, no somos conscientes de que somos nuestro cuerpo también. Con esto no quiero decir que el cuerpo nos defina, sino que el cuerpo es parte de nosotras y tenemos que mimarlo, escucharlo, prestarle atención para sentir lo que siente —sentimos—, igual como le prestamos atención a nuestra mente. Tal y como vivimos en la actualidad, con tanta prisa, lo único que escuchamos son nuestros pensamientos (críticas, juicios, deberes, obligaciones, ira contra el que se nos cruza por delante…). ¡Somos más que eso!
¿Qué te dices cuando observas tu cuerpo?
¿Os habéis fijado en cómo observamos nuestro cuerpo cuando estamos frente a un espejo? ¿Somos conscientes de lo que automáticamente pasa por nuestra mente cuando nos contemplamos? A nuestra mente deberían acudir pensamientos de amor y gratitud, porque nuestro cuerpo también somos nosotrxs, es la casa donde vivimos y el vehículo que nos permite vivir nuestra vida. Ahora mismo me encuentro en pleno proceso de aceptación verdadera de mi cuerpo. De acariciarme y abrazarme y sentir amor hacia mí, de mirarme al espejo y dedicarme una sonrisa, de mirarme al espejo y que me vengan ganas de abrazarme o de mover este body. Soy lo único que tengo, ¡quiero disfrutarme!
Lógicamente esto no me sale siempre, pero antes no lo hacía nunca, y además siempre me miraba de forma crítica, juzgando severamente cualquier detalle que creía que no encajaba con el canon que esta sociedad nos impone. Esta sociedad machista que contempla el cuerpo de mujer como un objeto sexualizado, débil (aunque nunca me he sentido débil físicamente hablando, sí que me he sentido débil a nivel de presencia), con una talla que no puede ser sobrepasada, pero con pechos y culo.
Opresión que va más allá del cuerpo
También obliga a la mujer a callar, a ser sumisa, a no mostrar agresividad ni ira (sino estás loca); y también obliga a las mujeres a percibir todo esto como normal, seamos buenas por favor, no empecemos a cuestionarnos estas cosas que sino empezamos a molestar, a ser brujas.
La mujer tampoco tiene placer, sólo cuando la penetra un hombre. La mujer no conoce al 100% sus zonas sexuales y erógenas: ¿sabes dibujar tu vulva y clítoris? ¿sabes dibujar un pene? Es muy fuerte que todas sepamos dibujar penes y no clítoris, esto es lo que este sistema patriarcal nos enseña desde que somos pequeñas, compañeras.
Y, ¿qué es lo que conocemos de nuestras fases del ciclo menstrual? ¿Y cómo nos afectan? Ah vale, claro, no lo sabemos porque los hombres no tienen la regla, esa cosa sucia y que nos hace estar más locas.
Mirada feminista sobre el cuerpo
Para aceptar nuestro cuerpo tenemos que cambiar los ojos con los que nos vemos: tenemos que quitarnos las gafas oscuras del patriarcado, esas gafas críticas que hacen que nos juzguemos severamente, y tenemos que ponernos las gafas moradas, las que nos permiten reaprender qué partes componen nuestro cuerpo, las que nos permiten reconciliarnos con nuestro cuerpo con todo lo que tenemos, las que nos permiten hablarnos con amor y mimarnos, las que nos permiten ver a nuestras compañeras igual que a nosotras, como cuerpos diversos, y sentirnos hermanas con grandes poderes y mucho amor que compartir.
He empezado el artículo con la intención de escribir sobre otro tema, pero hacia el tercer párrafo mis entrañas han empezado a gritar fuerte, han tomado el control de mi cuerpo y el bolígrafo ha empezado a correr línea tras línea (sí, escribo a papel y luego lo paso al ordenador, cosas de vivir en la jungla jejeje) escribiendo todo esto, que me hubiese gustado decir chillando. Necesitamos dejar de vernos con los ojos del patriarcado, es urgente, son nuestros cuerpos y nuestra esencia la que está en juego.
Cómo aceptar nuestro cuerpo
¿Cómo empecé a introducirme en todo este mundo de aceptar mi cuerpo tal cuál es? Pues leyendo mucho, juntándome con compañeras para observarnos y cuestionarnos todo, y haciendo terapia con una Terapeuta Gestalt feminista majísima, a la que acudí por una cosa totalmente diferente y empezaron a salir “cosas” a flote, como si en mi mar de pensamientos hubiesen asomado boyas que yacían hundidas debajo del agua. Reunirme con mujeres feministas y hablar de feminidades es de lo más enriquecedor que he hecho en este camino. Os recomiendo de todo corazón, si es que aún no lo habéis hecho, buscar un grupo de mujeres, casa de la mujer, asociación feminista, lo que sea, en vuestro barrio, pueblo o ciudad, y hablar y compartir mucho, sin tapujos.
Por si os apetece, en el apartado de Biblioteca, en la columna de Feminismo, hay algunas referencias sobre las mujeres que más me han inspirado en este camino. Y para terminar, el libro que más me ha ayudado a cambiar de gafas es Nacidas para el placer, de Mireia Darder. ¡Gracias, Ana, por prestarme tu tesoro!
Me ha encantador! Cuanta razón en todo. És muy fuerte lo olvidado y agredido que tenemos nuestro cuerpo y nuestra mentre. Pobres cuerpos nuestros juzgados y reprimidos durante tanto tiempo…
Me encantan tus posts!
Un abrazo!