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Kirtan y Hatha Raja Yoga
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MÚSICA · YOGA · MANTRAS · ESPIRITUALIDAD · REFLEXIONES
Cómo funcionan los mantras
3 enero, 2021
Al cantar mantras y estar en una vibración tan elevada nuestro cuerpo se siente bien, calmado, lleno de amor y en paz. Pero, ¿cómo funcionan los mantras? Todo en la vida és vibración Tal y como decía Einstein, “todo en la vida es vibración”, ya que todo lo que vemos (y lo que no vemos) está compuesto por protones, neutrones y electrones que vibran produciendo energía. Y toda vibración interactúa sobre toda vibración. Eso significa que toda vibración tiene efecto sobre la materia, y por ende sobre nuestras células y nuestro cuerpo, y por supuesto repercute en nuestra sensación de bienestar. ¿Qué son los mantras? Los mantras son versos en sánscrito escritos por grandes sabios de la antigüedad. Por su propia construcción y sonido, cuando se recita o se oye un mantra las vibraciones que se desprenden tienen un efecto real sobre nuestra mente, cuerpo y conciencia, y nos ayudan a alcanzar una concentración profunda. Pero la finalidad de los mismos realmente es llegar a desidentificarnos de nuestro Yo individual (traspasar la ilusión de dualidad), y sentirnos uno con el Ser supremo. Los mantras funcionan a través de la repetición constante de las oraciones (puede ser en voz alta o internamente) ya sea con música, sin música, o con la ayuda de un Japa Mala. Una forma mucho más potente de trabajar con los mantras es en Kirtan, donde nos juntamos un grupo de personas para cantar mantras con música. La experiencia de los Kirtan es espectacular, te la recomiendo mucho mucho. La magia que se crea en estos espacios es indescriptible, solo se entiende desde el corazón. Te lo juro, esto va más allá de las palabras. Cantar activa el hemisferio derecho Estudios de neurociencia revelan que “cuando cantamos se activa el hemisferio derecho de nuestro cerebro, y se liberan endorfinas que nos hacen más inteligentes, más sanos, más felices y más creativos“. El hemisferio derecho es el encargado de la intuición, la imaginación y creatividad. El hemisferio izquierdo es el lógico y analítico. Según un estudio de Harvard, da igual si cantamos bien o mal, “los efectos que tiene cantar sobre el cuerpo y la mente son siempre de alta calidad“. Aunque esto de cantar “bien” o “mal” es algo que hemos construido a nivel social, y nos lo hemos creído tanto que parece que lo de cantar solo pueden hacerlo unxs pocxs, y el resto nos machacamos con críticas destructivas. Además, los estudios también demuestran que “cuando cantamos con otras personas este efecto se amplifica.” Cómo empezar a cantar mantras Una buena forma de empezar a cantar y sentir sus beneficios es cantando mantras, porque el objetivo va mucho más allá de cantar bien o mal. Todo el mundo puede cantar, y todo el mundo puede cantar mantras. No te preocupes, no importa si cantas “bien” o “mal”, lo importante es pasar un buen rato compartiendo juntxs. Aquí te dejo unas recomendaciones para cantar mantras: El mantra no es lo que dices, es la vibración. No importa si cantas bien o mal, lo importante es la intención.Mantén la atención en el mantra, si la mente se va, vuelve al mantra.Siéntate cómodamente y relájate. Puedes sentarte en el suelo, sobre un cojín o en una silla.Y lo más importante, DISFRUTA. ¿Tienes alguna duda? ¡Escríbeme!...
Otoño, energía de calma e introspección
23 octubre, 2020
En otoño las hojas de los árboles empiezan a marchitarse, y es momento de recoger los últimos frutos que han crecido durante el verano. La energía se va hacia adentro, drenando, limpiando y purificando. Es la época de la contemplación y la reflexión, que invitan a la calma y la introspección. Es momento de dejar ir eso que ya no necesitamos. La danza de las estaciones En la naturaleza las energías son contractivas o expansivas. Esto es lo que ocurre con las estaciones y las fases de la luna. La energía del verano es expansiva, es la energía de disfrutar, compartir, moverse, del estar hacia afuera. La energía del invierno es contractiva, es la energía del vacío, descanso, reposo, del estar hacia adentro. El otoño es una estación de transición, para ir de la expansión al recogimiento, y la primavera al revés, nos invita a despertar del letargo para ir al esplendor. Otoño, parar el ritmo y soltar En septiembre la temperatura empieza a descender anunciando la llegada del otoño. Alrededor del 23 de septiembre, el equinoccio de otoño, el día y la noche tienen la misma duración. A partir de entonces, los días se empiezan a acortar y la temperatura a bajar. Así, la naturaleza empieza a parar el ritmo. El otoño es momento de liberación. La savia de los árboles se va hacia las raíces, de modo que las hojas, al dejar de ser nutridas, se irán secando hasta que caigan. Todas las plantas recogen y almacenan la energía para esperar hasta la siguiente primavera. Los animales empiezan a buscar refugio para pasar el invierno. El otoño también es el momento de la última cosecha. Los frutos que no sean recogidos caerán al suelo, y serán a la vez compost y semilla de lo que volverá a nacer la primavera siguiente. “Todo lo que la naturaleza ya no necesita o no puede seguir sosteniendo será liberado, y será transformado en algo que sí que será útil.” Otoño interior: calma, introspección y depuración Nosotrxs también somos naturaleza, y el otoño nos invita a frenar el ritmo y a llevar la atención hacia adentro. Es el momento idóneo para hacer una depuración del cuerpo, ya que disponemos de la energía para liberar esas toxinas que hemos ido acumulando a lo largo del verano. También es buen momento para hacer una limpieza a fondo del hogar o de los armarios, liberándonos de objetos o ropa que no usemos. Al ir bajando el ritmo nos vamos adentrando a la calma e introspección, que serán mucho más intensas durante el invierno. Esto nos permite coger distancia para observar qué cosas de nuestra vida a lo mejor ya no necesitamos, o ya no nos sirven. No podemos cargar la mochila de forma infinita, cuanto más peso llevemos más nos va a costar avanzar. Tenemos que crear espacio en nuestras vidas para luego incorporar lo que sí que queremos. Es un buen ejercicio preguntarse: ¿Qué quieres dejar ir para crear el espacio suficiente que te permita recibir eso que necesitas para estar y sentirte mejor, más feliz y en plenitud? En esta pregunta hay dos cuestiones implícitas: qué es lo que ya no necesitas, y hacia dónde quieres ir. “Después del verano es un buen momento para soltar eso que ya no queremos/necesitamos, y poner el foco hacia lo que sí queremos.” Gratitud, la última cosecha Pero antes de dejar ir tenemos que haber hecho la cosecha de los últimos frutos, es decir, agradecer todo lo que tenemos y lo que ya no queremos. Agradecer nos permite integrar. No podemos dejar ir sin antes haberlo integrado, ya que sino se trata de una huida. Así pues, agradece todo lo que has recibido, todos los frutos, pero también todas las dificultades vividas, ya que son las dificultades las que realmente nos han ayudado a realizar un aprendizaje aún más potente. Otoño y luna menguante La energía de la luna menguante se corresponde con la energía del otoño. La luna modula las fases de la fertilidad y tiene influencia en el agua, así como en las aguas internas (las emociones). La luna menguante también facilita la depuración del cuerpo, y es el momento idóneo para finalizar ciclos (relaciones, situaciones, patrones, etc.), pero no es buen momento para iniciar. También nos invita al reposo y a la introspección. La espiral de los ciclos Aunque cada año tenga un otoño, cada otoño será diferente del anterior, ya que nuestro camino es una espiral: parece que los períodos o estaciones se repiten, pero nunca viviremos dos estaciones iguales. Te invito a (re)sincronizarte con la naturaleza, eso que ya eres pero a lo mejor se te ha olvidado. El ritmo frenético de la sociedad actual nos incita a vivir en un verano eterno, no nos permite entrar en un otoño en el que pararnos y reflexionar hacia dónde estamos avanzando tan rápido. Vivir nuestro otoño, a parte de ayudarnos a encontrar nuestro equilibrio, es un acto reivindicativo, para vivir ese descanso que nos merecemos. Y tú, ¿cómo vives tu otoño? Te leo en los comentarios....
Las palabras y el silencio
8 mayo, 2020
Los seres vivos no humanos son, están, dan y reciben, comen, juegan, viven… sin hablar por los codos-patas. Nosotros nos pasamos el día abriendo el pico, hablando de lo que tenemos, de lo que queremos, de lo que sabemos hacer, de lo que tu no tienes, de lo que te quiero convencer, que no tienes razón… Pero sin hablar de lo que sentimos, lo que nos importa, lo que se nos mueve por dentro y, sobretodo, sin silencio(s). Silencio incómodo Cuando en una conversación aparece un silencio rápidamente nos incomodamos, “¡No puede ser que nos hayamos quedado sin conversación! Corre, di algo”, o bien “Qué aburrida es esta persona, tengo que sacar yo todos los temas de conversación”, o mil cosas más que nos puede decir nuestro ego. Parece que sólo nos podemos relacionar hablando. Las personas “calladas” están menospreciadas y mal consideradas. Se les suele poner etiquetas como tímida, introvertida, calladita, introspectiva, ensimismada, sosa, aburrida… Y la gente que no cierra la boca parece que es interesante, carismática, extrovertida, abierta, guay… aunque no comparta nada de valor. ¿Por qué se valora tan positivamente a una persona que habla más? ¿Será que hemos venido a la Tierra a hablar? ¿Es esta nuestra misión de vida? Por supuesto que no. ¿Por qué no nos gustan los silencios? El silencio, entendido como la ausencia de palabras, es un tesoro. Nos ayuda a ir hacia nuestro interior, hacia nuestras sensaciones, y nos permite autoobservarnos. El silencio nos invita a contemplar el Presente, a conectarnos en el aquí y el Ahora. Esto es muy fácil cuando estamos solos (por lo menos para algunxs). Pero, ¿por qué nos cuesta tanto cuando estamos con más personas? Me arriesgaría a decir que es por el miedo al juicio. Sí, es el miedo que tiene nuestro ego de lo que pueda pensar la otra persona de nosotrxs, porque claro, no-hablar está mal valorado. ¿Qué opinas tú? Estas “normas” son nuestras, es decir, son creencias que nos hemos inventado los humanos. ¡Podemos saltárnoslas! Pero hay otra pregunta sobre la que también me gustaría reflexionar. ¿Por qué no hablamos de lo que nos pasa o nos importa? Podemos hablar de lo bien que fue el partido ayer, de esa anécdota tan graciosa que vi en la tele, de lo injusta que es la situación actual… Pero, ¿y nuestros sentimientos? ¿Y eso que ahora mismo me está preocupando tanto que no me deja dormir tranquila por la noche? ¿Y ese problema que tengo con la ansiedad? ¿Por qué no lo contamos? Pues, otra vez, porque tenemos miedo a ser juzgados y rechazados por eso que nos pasa o que sentimos. ¡Pues qué bien! Si no puedo estar en silencio por miedo a lo que piense el otrx, y no puedo hablar de mis sentimientos por el rechazo que puedo recibir de los demás, ¿qué gracia tiene hablar? Ah sí, claro, porque hablar está bien considerado… Un poco absurdo todo, ¿no? Quiero recordar(me) que, cuando algo nos preocupa o si estamos un poco bajos de ánimos, el simple hecho de hablar sobre ello con otra persona hace que esa “pelota” se deshinche un poco. No necesitamos que nadie nos solucione la vida, simplemente necesitamos comunicar eso que se regodea en nuestra mente, y por el mero hecho de sacarlo fuera, pierde fuerza. Hablar desde la mente o desde el corazón Cuando hablamos, y sobretodo en esos monólogos verborreicos, normalmente estamos en la mente, no estamos en el cuerpo ni en el presente. Cuando estamos en la mente estamos en el pasado o en el futuro, en las creencias, juicios, preocupaciones, quejas… Normalmente, cuando hablamos desde la mente rara vez somos conscientes de lo que está pasando a nuestro alrededor (porque no estamos en el Presente), y nos perdemos el Ahora. Pero también podemos hablar desde el cuerpo, desde el corazón, y entonces hablamos de otro modo: de una forma más pausada, el tono de voz es un poco más agudo, y nos damos el permiso para encontrar las palabras adecuadas que reflejen exactamente eso que queremos comunicar. Y lo comunicamos con una pasión que nos ilumina los ojos. También miramos a los ojos a la persona receptora, y somos capaces contemplar y apreciar lo que nos rodea, las expresiones del oientx, los pájaros, la luz… porque estamos en el Presente, en el Ahora. Lo incómodo del silencio Llevamos demasiado tiempo viviendo ahí arriba, usando únicamente la mente racional para relacionarnos con lo de afuera, e identificándonos con nuestros productos mentales (pensamientos, juicios, creencias y demás). Desconocemos nuestro mundo interior, el mundo de las sensaciones y el del Observador. Cuando el silencio nos invita a observar nuestro interior, nos asustamos porque nos son aguas desconocidas. No estamos acostumbradxs a estar en nuestro silencio, a observar nuestras sensaciones ni observar nuestros productos mentales. Y como nos asusta mirar adentro, necesitamos apartar la mirada de ahí e intentar evadir ese miedo. Y la forma más fácil es abriendo el pico y hablar del cossas irrelevantes. O mirar el móvil, o fumar un cigarro, beber una cerveza, pero eso da para otro artículo (que por cierto, aún tengo pendiente, jeje). “Cuando aceptamos el silencio y somos capaces de bucear en nuestro interior, es cuando iniciamos el magnífico viaje hacia nuestro Ser.” Senda Ramon. Por una comunicación sana y real Y retomando la frase con la que he empezado el artículo, podemos ser igualmente humanos (y animales) sin hablar tanto y sin sobrevalorar la palabra. A lo que comenté en este otro artículo sobre ser un animal consciente, añado que quiero ser animal consciente no solo cuando decido qué hacer o no hacer, sino también cuando hablo. Quiero usar el don de la palabra de una forma sana, comunicando lo que me pasa, lo que siento, y atendiendo también esta necesidad del otrx, sin que el ego se meta de por medio con sus miedos y sus juicios. Quiero que se preste más atención a la comunicación no verbal. Quiero poder estar en compañía y contemplar la belleza del silencio en el momento presente, conectada y apreciando todo lo que nos rodea. Y gracias a los silencios, también, no estaremos sobresaturadxs de información. Y tú, ¿también opinas que hablar está sobrevalorado? ¿Cómo te gustaría que fuese la comunicación?...
El placer
13 abril, 2020
Algo que estoy redefiniendo en estos últimos tiempos es el placer. Pero no lo estoy redefiniendo desde la mente, sino que lo está haciendo mi cuerpo. Y no me refiero al placer relacionado con el sexo, me refiero al PLACER con mayúsculas, el placer de vivir según qué momentos/acciones/situaciones. Voy a intentar explicarlo con palabras, aunque estoy segura que va a ser complicado transmitirle a tu cuerpo las sensaciones del mío, ya que se trata de algo muy vivencial. Y luego, que del cuerpo pase a la mente. Ya ves, ¡es complicado! ¿Cómo defines el placer en tu cuerpo? Voy a empezar con una pregunta: ¿Cómo sabes que algo te da placer? ¿Cómo defines el sentir placer en tu cuerpo? Tómate unos segundos para contestar, así a lo mejor hablaremos el mismo lenguaje. Allá voy con mi respuesta: En mi cuerpo, yo lo defino como una sensación generalizada que paraliza el tiempo y se expande por todas las células, y que enciende algo en mi pecho que hace que empiecen a vibrar cosas. Y muy a menudo esas vibraciones se extienden hasta las extremidades, otras veces me erizan el vello de todo el cuerpo, y otras veces me obligan a moverme o a emitir algún sonido. Una pasada. La danza del placer Muchísimas veces me pasa con la música: según qué canción suena, despierta algo en mi que hace que se pare el tiempo, me siento totalmente en el aquí y el ahora, y siento también las notas de los instrumentos vibrando en determinadas partes de mi cuerpo, como si el LA vibrara en el esternón, el SOL en el centro del pecho, y el FA en la boca del estómago. Y luego se me hace un nudo en la garganta y me entran ganas de reír o de llorar, y luego necesito mover las piernas, la cabeza y la cadera al ritmo de la música, ¡porque no puedo quedarme quieta! Y empiezo a gozarla y me doy cuenta de lo maravillosa que es la vida. Otras veces me pasa estando en la naturaleza: según cómo el sol ilumina las hojas de los árboles, o según la melodía del canto de los pájaros, o según los colores del pintoresco cuadro de la Madre Naturaleza, empieza a subirme un cosquilleo por todo el cuerpo, una emoción, que otra vez hace que se pare el tiempo, y me siento la persona más afortunada del mundo en este preci(o)so instante, en profunda conexión y sintonía con la abundancia y belleza de la naturaleza, con una sensación de gozo y placer que no quiero que termine nunca. A veces esta emoción me sube hasta las fosas nasales, generándome un extraño cosquilleo que origina lágrimas en mis ojos. Otras veces me pasa con lxs amigxs, en ese preciso instante en el que todo está fluyendo libremente, sin prejuicios, ni creencias, ni limitaciones; las risas y las palabras respetuosas salen sin encontrar barreras, la libre expresión se adueña de nuestras vidas y nuestros cuerpos pueden manifestarse como cuando éramos niñxs. En estos casos siento un amor tan grande en el pecho que parece que no pueda caber ahí, que me esculpe una gran sonrisa en los labios y me hace sentir tan liviana que me creo capaz volar. Y otra vez me siento la persona más afortunada del mundo en este preci(o)so instante, en interrelación con lxs otrxs. Ecuanimidad e impermanencia Debo reconocer que esta intensidad a veces me abruma, ¡pero es tan mágica! Si esto es vivir, ¡que viva la vida! Pero en la vida no todo es placer, y es ahí donde estoy trabajando actualmente. Porque esta intensidad no sólo la vivo con el placer y la alegría, sino también con el resto de emociones. Y ya te avanzo que vivir la tristesa con esta intensidad corporal es algo difícil de abrazar y traspasar. Pero estoy en ello, y poco a poco voy encarnando los conceptos de ecuanimidad e impermanencia, y poco a poco puedo danzar un baile más harmónico con la tristeza. Placer cada día de mi vida Cada día intento hacer por lo menos una cosa que me proporcione placer, pero este tipo de placer carnal/corporal, no un placer de sedación del tipo “tomarme una cerveza” o “sentarme en el sofá para ver una peli guay”. Placer de verdad. Placer que lo disfrutan todas las células del cuerpo, placer que hace destellar un impulso eléctrico dentro de mi. Estos momentos me hacen sentir tan viva, que no los cambio por nada del mundo. Ésta es la redefinición que mi cuerpo está haciendo del placer, y que hace que esté enamorada de la vida. ¡Por muchos más momentos de placer! *Aquí tienes un artículo más completo sobre las emociones. *Aquí tienes un par de poemas sobre las emociones: Cadencia y candencia, y Siento el latido de mi útero. *Y te recomiendo el libro Nacidas para el placer de Mireia Darder, un ensayo feminista que pone sobre la mesa la falta de deseo conectado con el cuerpo que vive esta sociedad, sobretodo en el caso de las mujeres....
Regresar a nuestro interior
21 marzo, 2020
Estos días de confinamiento en casa, con motivo del Coronavirus, están siendo un poco locos. No porque sienta que no puedo estar entre cuatro paredes, sino por todo el ruido que está surgiendo a nuestro alrededor a través de las redes sociales. Parece que el mundo se ha vuelto loco. Tenemos la oportunidad de estar en casa, hacer todo eso que queríamos hacer, sentar a escucharnos, y hasta meditar si quieres, pero parece que lo único que se hace es estar enchufadxs al móvil u ordenador, compartiendo noticias que no sabemos ni si son verdad, difundiendo mensajes de miedo, retando a gente a compartir fotos, hablando más que nunca con todo el mundo, viendo series y pelis, haciendo clases online de cualquier cosa (tonificación, yoga, lo que sea), llenando así una agenda que siempre habíamos querido tener más vacía. ¿No queremos aprovechar este momento para regresar a nuestro interior? ¡Basta! Yo me bajo Lo siento pero yo me bajo del tren. Ya me bajé a principios de semana. No podía soportar todo este ruido, estaba saturada de información. Como persona curiosa que soy, al empezar con este boom de videos en directo de gente que ofrece clases de lo suyo (en mi caso de yoga, porque a mi me interesa), al principio pensé “¡Qué bien! Voy a poder probar la clase de tal persona que está en Barcelona o EEUU o vete a saber dónde”. Me picaba mucho la curiosidad, porque son clases a las que hasta ahora no había podido acceder. Pero me di cuenta que si intentaba atender todas estas clases, charlas y videos informativos, ¡me comía el día entero! Y yo quería tener ratitos para mí. Así que fui descartando clases, y videos, y directos, e instagram live… y, ¿con qué me he quedado? Conmigo misma, con mi silencio, con mis meditaciones y mi Sadhana (mi propia práctica de yoga y espiritual). Algún día sí que veo algún video informativo o practico la clase de otra persona, pero lo selecciono muy bien, y solo ése. Porque me gusta enriquecerme, ¡pero hasta cierto punto! Empacho informativo No sé a quién le escuché decir una vez que la información que recibimos actualmente en un año, es la que recibían nuestros antepasados en toda su vida. ¡En toda su vida! Nuestro cuerpo y nuestra mente no están preparados para recibir tantos inputs. Necesitamos tiempo para procesar toda la información, para contrastar si esa información va con nosotrxs, para poder decidir si algo nos gusta o no nos gusta. Y también necesitamos tiempo para conocernos, sentir nuestro cuerpo, nuestro presente, y escuchar nuestros pensamientos. Necesitamos un poquito de cada, un poquito de adentro y otro poquito de afuera (aunque creo que necesitamos más de adentro, pero eso ya es cosa mía). Y ahora tenemos ese tiempo. ¡Aprovechémoslo! Necesito tiempo de “adentro” En este camino de escuchar mi cuerpo me he dado cuenta de que mi cuerpo es lento. Que ante un evento estresante necesito unos 2-3 días para volver a la calma total. Y con lo de “evento estresante” no me refiero a una pelea, o un despido, o una muerte de un ser querido, puede ser cualquier cosa que altere mi sistema nervioso, aunque mi raciocinio me diga que eso no es importante. Necesito tiempo para procesar la información, para vivir mis emociones, para saber lo que mi cuerpo quiere decirme. También necesito tiempo para decidir, para pensar lo que opino sobre algo… Y muchas veces pienso: ¿realmente es que yo soy muy lenta, o es que los demás no son conscientes de las repercusiones que tiene en su cuerpo lo que pasa a su alrededor? ¿O es que soy demasiado sensible? ¿O a lo mejor los demás están un poco sedados y no son conscientes de ello? Sedados por sobreinformación, por exceso de actividad, por alcohol o por medicamentos. Realmente no lo sé. ¿Alguien más se siente un poco extraterrestre en esta sociedad frenética por la actividad? Propuesta para regresar a nuestro interior En este “apagón digital” que me he creado estoy meditando más. Si de algo me quejaba en mi día a día era que quería meditar más y hacer más yoga, así pues ésto es lo que estoy intentando hacer. Y me gustaría compartir contigo las meditaciones Metta de las monjas budistas de la Comunidad Dharmadatta, que hace tiempo que intento hacer de forma regular. Si te interesa, puedes realizar esta meditación Metta dirigida por mi (en catalán) o puedes registrarte en su página para poder acceder a las meditaciones (es gratis). Son meditaciones de unos 30-40 minutos en las que se practica para cultivar el amor bondadoso. Para que nos demos cuenta de que el sentimiento de amor lo generamos nosotrxs dentro de nuestro cuerpo, por lo que solo depende de nosotrxs sentir amor u otra cosa. Somos nosotrxs los que decidimos que tal persona o animal nos despierte ese sentimiento de amor, por lo que la sensación de amor la generamos nosotrxs mismos. No sé si me explico. Es una práctica muy interesante, pero eso no quiere decir que sea fácil. Creo que es un ejercicio muy bueno para practicar en estos días en los que el miedo corre como el aire, y es una práctica que nos obliga a reconectar con nosotrxs mismxs y a familiarizarnos más con el amor. Meditando Metta ayudamos a elevar nuestra frecuencia, la de los que nos rodean, la del planeta y la del universo. Es un trabajo interior muy poderoso. ¡Mucho! Y tu, ¿qué haces estos días para regresar a tu interior?...
Siento el latido de mi útero
15 marzo, 2020
Siento el latido de mi útero Mi cuerpo entero vibrando en placer Un gozoso cosquilleo que eriza el vello El roce de las yemas recorriendo mi piel Siento el latido de mi útero Agua cristalina que abraza mi visión Fresca brisa acariciando mis senos Olor a naturaleza por todos mis poros Natural y salvaje En contacto con otrx Natural y salvaje en contacto con la naturaleza Sin corazas, sin prendas Sin tensiones, sin retener Soltando, confiando Recibiendo, disfrutando Poema-oda a esos momentos de placer extremo en contacto con otrx, sin contexto ni mensajes sexualizados. Solamente el placer del presente junto con otrx. Por más momentos de apertura de corazón en el momento presente, sin pretensiones, ni expectativas, ni juicios. Por la necesidad de replantearnos la calidad de nuestras relaciones y las limitaciones mentales en ellas....
Escuchar al cuerpo me ha llevado al yoga
16 enero, 2020
Con el nuevo año y el comienzo de las clases de Hatha Yoga que imparto en La Seu d’Urgell, siento que os debo una presentación un poco más formal. Así pues, en el artículo de hoy voy a hablar un poquito de mí. Me gusta mirar atrás y comprender que todas las pequeñas decisiones que tomé en los últimos años, que en ese momento parecían ser aisladas y sin conexión alguna, en realidad todas iban dibujando el mismo camino. Y me alegra percatarme, también, que todas esas decisiones las tomé siempre desde la curiosidad y la ingenuidad, sin pensar en resultados ni hacia dónde quería ir. Pasión por la alimentación Como ya conté en los primeros artículos del blog, todo empezó en ese viaje en el que dormí unas 12 horas cada día. A raíz de ese viaje, me di cuenta de lo desconectada que estaba del presente y de mi cuerpo, y que siempre estaba en la cabeza y con el cuerpo tensado. Un par de meses después de ese viaje, una conocida muy cercana me habló sobre un curso de alimentación vegetariana para “vegetarianos muy verdes”. Yo no me consideraba una vegetariana muy verde. Pero el curso, que tenía una duración de 10 meses, me llamaba mucho la atención, y me apunté. Descubrí que la cocina me apasionaba, aprendí a nutrirme de verdad, a combinar los alimentos, y a desarrollar la creatividad en la cocina. Y mi alimentación empezó a ir más allá del veganismo. Fue hacia una alimentación real, con alimentos de verdad, sin procesados. El ritual de mover el cuerpo En esa época algo volvió a despertar en mí las ganas de hacer yoga. Había probado varias veces pero lxs profesorxs nunca me convencían del todo, excepto la primera profesora que tuve en 2009. Aún recuerdo con nostalgia sus maravillosas visualizaciones en las que mi cuerpo se convertía en luz. Esa última vez la profesora tampoco terminó de convencerme, y acabé haciendo Power Yoga en casa siguiendo un canal de YouTube (ahora me río con lo de Power Yoga, pero fue un paso más en mi camino). Con la práctica asidua el cuerpo va cediendo y se va flexibilizando, y me generaba tanto placer “acudir” a mis clases de yoga, y me sentía tan bien, que los tres días semanales de yoga se convirtieron en algo prioritario e innegociable. El florecer de las emociones Al terminar el curso de alimentación vegetariana me apunté al Máster en cocina vegetariana 70% crudo de Ana Moreno. Al aprender de alimentación y de los efectos de lo que comemos en el cuerpo, empecé una depuración de una semana, en la que no bebí ni una cerveza. Y me dí cuenta del uso que inconscientemente le estaba dando al alcohol. ¡Me daba vergüenza bailar en un concierto! ¡Me sentía observada y juzgada! Me sorprendí mucho. Me dí cuenta de cómo evadía las emociones con el alcohol. Así pues, dejé de consumir alcohol. Ni una cerveza un viernes a la noche. Y al no beber alcohol sentí cómo, de repente, las emociones me abrumaban. No sabía vivir la tristeza, ni la ira. No las identificaba. Sólo sentía inquietud. Una inquietud que me agobiaba mucho y no sabía cómo acallar. Así fue como decidí aprender a vivir las emociones. Parar para volver a empezar Ese año decidí dejar el trabajo, no me sentía realizada. Sentía que la vida se esfumaba ante mis ojos, pasando 8 horas delante de un ordenador en una triste oficina donde no me dejaban desarrollar la creatividad. Sentía que me cortaban las alas, que me estaban matando en vida (a lo mejor puede parecer exagerado, pero realmente sentía eso). Empecé un tiempo sabático. Un tiempo que lo dediqué exclusivamente a mí, a hacer lo que me apetecía hacer. Pero, paradójicamente a lo que podría parecer un maravilloso año repleto de envidiosas aventuras, iba alternando bonitas aventuras con insistentes debates conmigo misma en cuanto a lo que debería hacer. Muchas veces me sorprendía a mí misma diciéndome que no estaba haciendo nada de provecho, que a qué me dedicaría cuando volviese a “trabajar”, que estaba perdida, que no sabía hacia dónde dirigir mi vida. Prestando más atención al presente En esa época una conocida muy cercana me recomendó el libro El proceso de la presencia de Michael Brown, un libro que propone un proceso de 10 semanas para conectar con la conciencia del instante presente. Sentí que debía leer ese libro, algo que hablaba sobre la presencia y un proceso para llegar a ella, ¡sólo podía ser bueno! Al leerlo, la concepción que tenía sobre el mundo y la realidad me dio un vuelco. Empecé a aprender a identificar las emociones, esas emociones profundas que no sabemos que tenemos. Empecé a hacer regresiones emocionales, identificando los patrones que repetimos continuamente creyendo que “nos pasan cosas”. Con todo esto adquirí el hábito de la meditación, tomando conciencia de la respiración. Me calmaba mucho, me conectaba con el presente, y me sentía muy viva. “Para un yogui, el cuerpo es su laboratorio perpetuo de experimentación e investigación.” B.K.S. Iyengar La primera conexión real con el yoga Al terminar el libro de M.Brown, en casa de mi madre encontré (o me encontró) un libro de yoga de Ricard Rotllán. Se titulaba El libro práctico del yoga, y en él, además de explicar las bases del yoga y algunas posturas básicas, proponía un proceso de aprendizaje del yoga de 6 meses (como mínimo). Así pues, me puse manos a la obra, superando mi ego y empezando desde cero otra vez. Sí, empecé a hacer yoga de verdad leyendo un libro. ¡Y cómo aprendí! Aprendí de mi cuerpo, de mis límites, respetando la respiración en cada postura. Aprendí a amar la lentitud, la presencia, la consciencia de mi cuerpo. Aprendí a encontrar la belleza en el Surya Namaskar, sintiendo cada postura como si fuese la primera vez que la hacía. “El cuerpo es la institución, el maestro está dentro.” B.K.S. Iyengar En este punto de mi “viaje personal” ya llevaba una alimentación vegana consciente, sin procesados, respetaba los horarios del cuerpo y las horas de sueño, hacía yoga y meditaba cada día, y prestaba atención al momento presente. Ya no tenía que pensar en “hacer” estos hábitos, sino que se convirtió en mi forma de vivir. Una forma de vivir que sigo hasta hoy en día, conectada cada vez más con mi cuerpo, que me permite identificar cuando estoy demasiado “ahí arriba”, en la mente, sin enfadarme tanto conmigo misma. Profundización en el yoga Más adelante sentí el llamado de especializarme más en el yoga. Una amiga profesora de yoga me recomendó muy fuertemente que hiciese la Yoga Training Teacher de Andrei Ram, un gran maestro del Hatha Raja Yoga. Y qué bien que la escuché y le hice caso. La pasión de Andrei me caló hondo, muy hondo. Su sabiduría me sorprendió. Aprendí muchísimo: a identificar el ego en mi autopráctica, a encontrar la pasión ahí donde parece que solo hay quietud, a fluir y danzar en mi práctica de yoga junto con la respiración. Descubrí y me enamoré del Yoga Nidra. Sentí más fuerte que nunca que ese era mi camino. Pero, ¡también me di cuenta que me quedaba taaaaanto camino por recorrer! La vida es el camino, no hay una meta Y aquí estoy, con este camino andado, y todo el camino que aún me queda por andar. Disfrutando de cada plato de comida colorido y vivo que pongo en la mesa y que nutre cada célula de mi cuerpo. Disfrutando del sueño reparador y de los sueños que me deparan cada noche. Disfrutando de las meditaciones, ese momento de encuentro conmigo misma, con mi cuerpo y con mi respiración. Ese momento en el que observo mis pensamientos, mi ego, mis emociones, mi energía, y en el que a veces me siento tan viva, tan animal, que siento que es un hermoso regalo que me da la vida. Disfrutando cada día del yoga, sintiendo cada postura como si fuese la primera vez que la hago, expandiendo mi cuerpo en cada inhalación y elongándolo en cada exhalación. Sintiendo mis músculos cómo se estiran suavemente, sintiendo el presente en mi cuerpo. Disfrutando de la respiración sutil, larga y profunda que oxigena mi cuerpo y mis células, y me masajea por dentro. Disfrutando y sintiendo la danza que las emociones bailan dentro de mi cuerpo, sintiendo cómo su energía vibra en cada célula de mi cuerpo, y observándolas sin enjuiciar. Me siento en pleno proceso de conocimiento y transformación personal. Un proceso que me parece extremadamente bello, aunque no haya sido ni sea fácil ni ligero. Y en este largo andar, que me ha costado resumir en unos párrafos, identifico los 5 principios del camino hacia la paz interior que menciona el camino del yoga: alimentación de verdad, respiración, relajación, ejercicio, y meditación. Mirando atrás todo tiene sentido Es ahora cuando miro atrás y lo entiendo todo. He emprendido el camino del yoga, el camino hacia el autoconocimiento y el crecimiento interior para llegar al estado de ser de unión con el todo. Para llegar a sentirme vida. A sentirme amor. Con este artículo, además de presentarme, también quiero animar a no menospreciar lo que estemos haciendo, ni tampoco magnificarlo. Simplemente hagamos lo que en ese momento queramos hacer, disfrutándolo lo mejor que podamos. A lo mejor en el mismo momento no lo veremos, pero más adelante entenderemos el porqué de todo. Es tan bello mirar atrás y darse cuenta de cómo han ido transformándose las cosas. Esas pequeñas decisiones, esos pequeños cambios son los que van dibujando el camino de nuestra vida. Te abrazo muy fuerte. Senda....
Autodestrucción, la compañera camaleónica
10 diciembre, 2019
A raíz del poema “Cadencia y candencia”, tenía pendiente escribir un artículo donde tratar y dar visibilidad a la autodestrucción de una forma objetiva y sin enjuiciar (es complicado, pero por lo menos lo voy a intentar). Por si no has leído el poema, en él doy voz al baile emocional y energético que vive mi cuerpo en determinados momentos que podrían considerarse ansiosos o estresantes, y a los que normalmente sigue un acto autodestructivo. Creo que es un tema necesario de tratar, porque algo con un nombre tan intimidante y estremecedor parece que no pueda ser bueno. Es más, parece que sea horroroso. Y parece que sea de taradxs mentales. Porque, ¿quién quiere hacerse daño? ¿Qué es la autodestrucción? Para empezar no quiero hablar de autodestrucción sino de ‘actos autodestructivos’. No hay personas autodestructivas, hay personas que realizan actos autodestructivos. Tal y como la palabra indica, significa destruirse a sí mismx, ya sea física o psicológicamente. Cuando unx piensa en un acto autodestructivo a lo mejor se imagina a una persona con un cinturón de bombas, o que toma un bote de pastillas entero para terminar con su vida. Pero hay una gran diversidad de comportamientos autodestructivos y la mayoría no implican lesionarse de forma directa. La variedad cromática de los actos autodestructivos Los comportamientos autodestructivos pueden implicar autolesión (cortarse el brazo, quemarse con un cigarro, o golpearse)1, o bien los efectos pueden aparecer a largo plazo (con las drogas, alcohol, juego, sexo sin protección, compensación a través de la comida, hiperactividad extrema)2. También existen formas de autodestrucción más sutiles o inconscientes, como los pensamientos negativos o el autosabotaje (buscar situaciones que corroboren que no somos suficiente, buscar situaciones en las que recibamos rechazo)3. Así pues, desde el acto más directo al más sutil, tenemos un gran abanico de comportamientos que se pueden considerar autodestructivos. Pero en realidad da igual si es directa o sutil, la autodestrucción es un término, una etiqueta, que se abstrae de todos estos comportamientos para ponerles un nombre. Y vaya nombre más catastrófico. Hay miles de artículos que tratan las conductas autodestructivas estableciendo patrones y patologizándolos, por lo que nos podemos perder fácilmente en las palabras y las formas. Quedarnos sólo con la afirmación de que la autodestrucción es algo patológico que tenemos que cambiar nos desvía completamente de su esencia: son acciones que realizamos para no atender lo que el cuerpo nos grita. ¿Por qué nos autodestruimos? Porque tenemos algo ahí adentro que nos genera malestar. Y ese “algo” son emociones. Punto. Tan sencillo pero tan complicado a la vez. Los actos autodestructivos son una consecuencia, una reacción. Son un intento desesperado para calmar o acallar esa emoción, eso que nos grita el cuerpo y que no sabemos cómo atender. Pero a veces hace tantos años que no prestamos atención a esa emoción, y hace tanto tiempo que la tenemos ahí ‘escondidita’ para que no nos moleste en nuestros quehaceres diarios, que ¡no sabemos ni que está ahí! Por eso mantenemos los comportamientos autodestructivos y nos cuesta tanto cambiarlos, porque no nos damos cuenta que tenemos que mirar un poco más allá (o más adentro). La compañera camaleónica Muchas veces intentamos cambiar un comportamiento autodestructivo y nos “enganchamos” a otro. Por ejemplo, es muy común que cuando una persona deja de fumar se “enganche” a otra cosa, que normalmente es la comida. O que deje atrás un comportamiento restrictivo con la comida y empiece con atracones de comida. Creemos que al terminar con esa conducta terminaremos con el problema, pero casi siempre la autodestrucción mutará hacia otro comportamiento. Estas conductas son diferentes expresiones del mismo problema: la emoción reprimida que pide ser atendida. Es decir, son diferentes camuflajes del mismo camaleón. El quid de la cuestión es traspasar de una vez por todas esas emociones reprimidas en nuestro cuerpo que de pequeñxs no supimos cómo vivenciar, y que ahora nos generan un malestar que no sabemos cómo calmar. Tenemos que dejar de ver la autodestrucción como algo malo o desagradable, sino seguiremos en esta lucha perdida contra lo que el cuerpo nos quiere decir. Rindámonos al cuerpo, escuchemos lo que nos quiere decir. Contactemos con la emoción (o emociones). ¿Cómo lo puedo hacer? Estas recomendaciones son en base a lo que he observado a lo largo de 10 años de mutaciones de comportamientos autodestructivos. Para cambiar un comportamiento autodestructivo, lo que tenemos que hacer es no intentar cambiar ese comportamiento. Aunque parezca contradictorio. Intentar cambiar nuestro comportamiento sólo va a complicar más las cosas, porque vamos a perder el foco, nos vamos a enredar con el ego. Que sí, que realizar ese acto autodestructivo nos genera malestar, y no lo queremos hacer, y sentimos impotencia porque no lo podemos cambiar. ¡Pero el problema no es eso! El camino para cambiar es reconectar con nosotrxs, sentir esa emoción. Sí, esa que no queremos sentir. Esa que no sabemos ni que está ahí. A mi me ha ayudado muchísimo pasar por El Proceso de la Presencia, de Michael Brown. Pero si necesitas acompañamiento, te recomiendo acudir a una terapia de liberación emocional a través del movimiento. Recomiendo a Núria porque su trabajo consiste en ir hacia la emoción y expresarla. Y su acompañamiento en la sesión es muy cuidado. Y algo que siempre viene bien es bailar o mover el cuerpo (pero que no sea bajo los efectos del alcohol). Pon la música que te guste y empieza a bailar o a moverte como unx locx. Suelta y libera, lo que sea y lo que salga. Grita, salta, ríe a carcajadas. Llora si quieres, golpea un cojín. ¡Lo que te salga! Es tu momento, haz lo que te pida el cuerpo. Como si es hacer la croqueta. Y lo que no podía faltar en estas recomendaciones: meditar. Al dedicarte un rato cada día para estar contigo, poco a poco vas aprendiendo a convivir con tus pensamientos y emociones, y esto aporta mayor claridad mental y calma a tu vida. ¡Ánimo, compañerx! Estamos todxs en esto No estamos solxs, hay muchísimas personas que estamos igual. Creo que es importante contar lo que nos pasa, porque creo que es algo mucho más común de lo que pensamos, y muchxs lo vivimos en secreto creyendo que sólo nos pasa a nosotrxs, y nos avergonzamos por ello. Me han quedado muchísimas cosas en el tintero para que el artículo no fuera demasiado extenso, por lo que creo que en breves vendrá una segunda parte. Si has llegado hasta aquí, quiero agradecer tu paciencia y tu interés en mis artículos. Sin ti nada de esto tendría sentido. Quiero terminar citando unas palabras de la introducción del poema “Cadencia y candencia”: “Ya está bien de mostrarnos fuertes y «perfectas», eso no existe. Démosle cabida a la vulnerabilidad, a la compasión, a la comprensión, y a la solidaridad.” Wikipedia: Autolesión Wikipedia: Tendencia autodestructiva Mujer Alquimia: autosabotaje...
Quiero ser animal consciente
13 noviembre, 2019
Siempre he pensado que a los humanos nos sobra cerebro, es decir, que tenemos mucho cerebro pero no lo sabemos usar. ¿Por qué no lo sabemos usar? ¿Qué es ser animal consciente? Los tres cerebros Según la Teoría del Cerebro Triuno o los Tres Cerebros de Paul McLean, el cerebro del ser humano se compone de tres sistemas cerebrales, el reptiliano o instintivo, el animal o emocional, y el neomamífero o racional1. Estos tres cerebros están diferenciados tanto a nivel físico y químico, como a nivel funcional y de aparición evolutiva. El último cerebro desarrollado, el racional o neocórtex, sólo lo tenemos los humanos, y nos permite el control emocional e instintivo, nos dota de capacidad intelectual y lógica, además de permitir autoobservarnos. En la actualidad impera lo racional Pues bien, en la sociedad actual, es decir, en esta sociedad impregnada por la ideología patriarcal que se considera civilizada, hay un predominio del cerebro racional que impera sobre lo emocional e instintivo. Es decir, no sólo usamos mayormente el cerebro racional, sino que se desprecia la emoción y lo instintivo (expresar emociones, llorar, mostrar una alegría desatada, mostrar ira o agresividad, la sexualidad…)2. Además, esta misma mentalidad nos ha convencido de que forma parte de nuestra naturaleza, y que la humanidad siempre ha funcionado de este modo. Pero en sociedades anteriores al patriarcado las relaciones se basaban en la cooperación y la ayuda mutua3. Y hablando de ayuda mutua, recomiendo mucho ver este vídeo de El Cuellilargo, en el que habla de la teoría de Kropotkin sobre la predominancia en la naturaleza del apoyo mutuo por encima de la competencia darwinista. Gestión racional de lo emocional Y desde este cerebro racional, algunxs intentamos recuperar la conexión con los otros dos cerebros, eso sí, siempre pasando por la razón, no sea que se me desate el animal que llevo dentro y me digan que estoy loca. Con todo lo expuesto hasta ahora, creo que puedo decir que tenemos mucho cerebro pero sólo sabemos usar una pequeña parte de la tercera parte del mismo. Supongo que a vosotrxs también os pasa, que a veces confluyen un seguido de días en los que reflexionamos más. Ya sea por el ciclo menstrual, el ciclo lunar, el ciclo de las estaciones, por algún evento vital o porque sí. Y no sé si os pasa, pero a mí normalmente después de esos días de cuestionamiento, de desgarres y de vomitar, mi consciencia se separa de toda esa marea de dudas y juicios y me observa des del otro lado, y me doy cuenta que me estaba ahogando en toda esa marea oscura de pensamientos. Ser animal no humano A menudo me imagino cómo sería ser animal no humano, un gato o una vaca. O mejor, una tortuga, con su lento y presente andar. ¿Qué pensaría si fuese animal no humano? Pues probablemente nada de todo esto. Ser animal no humano me lo imagino como tener una profunda vivencia del presente, en la que te sientes en el cuerpo, en los sentidos, sientes si tienes que estirar la espalda, sientes cómo tienes la digestión o si tienes hambre, contemplas tu entorno y te das cuenta de que en ese rincón da más el sol y vas ahí a disfrutarlo… Sin rencores, ni creencias limitantes, ni pensamientos repetitivos, ni meta-pensamientos. Pura presencia, gozo y respeto. Y entonces me doy cuenta que la vida es mucho más simple de cómo nos la montamos (y de cómo nos la venden), nos bastaría con actuar en el presente en función de lo que el cuerpo o espíritu nos pida en ese momento, respetándonos siempre a nosotrxs mismxs y a lxs otrxs. Pero cuando empezamos con los “y si…” antes de empezar (valga la redundancia), ya no hacemos lo que realmente queremos o necesitamos, si es que finalmente lo hacemos. La realidad, o el cuento que nos han contado También creo que si viviésemos como animales, con conciencia plena del instante presente, seríamos más conscientes de nuestras sensaciones y procesos corporales. De algunos de ellos, como sentir la influencia de las hormonas, la luna o las estaciones, o la energía de las emociones, algunas personas volvemos a ser conscientes. Pero a lo mejor también podríamos ser conscientes del efecto de las feromonas, de nuestra aura y la de otras personas, y vete a saber qué más cosas, que a lo mejor ahora las tenemos categorizadas como “místicas”. Lo que vemos, nuestra realidad, está condicionado por lo que de pequeñxs nos dijeron que era lo normal o real. Me gustaría saber cómo sería nuestra realidad si no nos hubiesen condicionado con tantas cosas. A lo mejor nos comunicaríamos de forma telepática, veríamos el aura de los seres vivos, a lo mejor hasta podríamos viajar en el tiempo o vivir realidades paralelas. A lo mejor parecen locuras, pero grandes genios que han aportado mucho conocimiento también “estaban locos” o fueron tratados como locos, como Isaac Newton, el matemático John Forbes Nash, o cuando Pitágoras o Parménides propusieron la esfericidad de la Tierra. Quiero ser animal consciente Sé que soy un animal, que los humanos somos animales, pero no nos comportamos como tal. Vivimos a un ritmo frenético con la mente ─el cerebro racional─ inundada de preocupaciones, quehaceres, juicios y creencias, que nos nublan la realidad y nos distancian de lo que sentimos. El resto de animales no viven así, y a lo mejor alguno se cabreará, pero creo que viven mucho mejor, y con mucho menos. Y lxs que estáis orgullosxs del cerebro racional que ignora el emocional e instintivo, quiero preguntaros: ¿Qué es lo que os enorgullece? El ego, el egoísmo, la insensibilidad, la competitividad, la pérdida de contacto con la identidad más profunda, el patrón consumista y materialista… Y ahora me diréis, “No, los humanos hemos hecho grandes avances médicos y tecnológicos”. Sí, ya. Pero una cosa no quita la otra, podemos seguir usando el cerebro racional para hacer avances tecnológicos pero sin menospreciar e ignorar nuestra parte emocional, instintiva y animal. Es más, si viviésemos como animales que tienen en consideración la naturaleza y el resto de animales, no usaríamos pesticidas, ni plásticos, ni masacraríamos animales sin piedad para luego tirarlos a la basura, ni nos mataríamos lxs unxs a lxs otrxs por ninguna razón, sino que nos ayudaríamos de forma cooperativa para conseguir las cosas, viviríamos al ritmo de la naturaleza, y una larga lista de beneficios para todxs los seres vivos e inertes. Y tú, ¿qué opinas? ¿Cómo crees que sería vivir como animal consciente? https://psicologiaymente.com/neurociencias/modelo-3-cerebros-reptiliano-limbico-neocortex La Agonía del Patriarcado. Claudio Naranjo. Referencia extraída del libro ‘Nacidas para el placer’. Nacidas para el placer. Mireia Darder...
Ampliar la mirada sobre el cuerpo
6 octubre, 2019
Con el final del verano me apetece volver a reflexionar sobre la relación que tenemos con nuestros cuerpos. La presión psicológica que el cánon de belleza (patriarcal) del momento ejerce sobre nosotras es muy poderosa y evidente, aunque muchas veces esta opresión se disfrace de ‘decisión propia’ o de ‘odio, desagrado o insatisfacción’ con el propio cuerpo, o con ciertas partes de nuestros cuerpos. Con este artículo me gustaría ampliar la mirada sobre el cuerpo, añadiendo un enfoque crítico, recabando un poco en la historia y yendo un poco más allá. ¿Con qué ojos miras tu cuerpo? Nota: Antes de continuar, quiero decir que no me gusta usar la dicotomía hombre-mujer, pero en este artículo se me ha hecho especialmente difícil. También decir que me he centrado en la opresión del cuerpo tradicionalmente leído como mujer, pero hay más cuerpos oprimidos. Visión patriarcal del cuerpo El patriarcado apareció hacia el año 4000 a.C., cuando el hombre (masculino) intentó derribar cualquier tipo de organización social matriarcal, además de dominar todo lo ‘femenino’ que existe en la vida, que consideraba inferior, salvaje, atrasado y deforme. Por ejemplo, Platón afirmaba que las mujeres son “inferiores por naturaleza” y que “son resultado de una degeneración física del ser humano” (ver referencia). Desde entonces, el hombre siempre ha relegado a la mujer a un plano inferior, opinando sobre ella, sobre cómo debe ser, comportarse, y cómo debe servir al hombre. Los cánones de belleza han ido variando a lo largo de la historia. En el Renacimiento, por ejemplo, el hombre consideraba que una mujer bella debía tener apariencia de virgen, piel clara, caderas y estómago redondeados, y senos pequeños y firmes. Ahora, el hombre opina que la mujer, para ser bella y perfecta, no debe tener demasiadas curvas, debe ser alta, delgada y estilizada, y con unos buenos pechos (para poder ser admirados y tocados por ellos). Cánones de opresión o negación Pero esto no es todo, tampoco debe tener estrías, ni michelines, ni celulitis, ni se le deben marcar las venas de las piernas, ni debe tener papada, ni arrugas, ni verrugas, ni los pezones demasiado grandes, el pubis rasurado y de piel clara, y un largo sinfín de negación de naturalidades que conforman nuestro cuerpo. Lo que tienen en común todos estos cánones es que “colocan a la figura de la mujer como objeto de deseo, puesta en inferioridad a la masculinidad, creando un ideal físico y de deseo” (ver referencia). Por este motivo, creo que los cánones de belleza u opresión sólo tienen sentido en una sociedad patriarcal. Adaptar el cuerpo a la visión patriarcal Debido a los cánones de belleza patriarcales (cada vez me da más asco escribir esta expresión), existe una idea generalizada de que tenemos un cuerpo imperfecto que necesita ser arreglado (ver referencia). Esta idea está tan extendida y arraigada que, en palabras textuales de Mireia Darder, en su libro Nacidas para el Placer (página 49): ” las mujeres se sienten mejores y más satisfechas con ellas mismas en la medida en que mutilan su cuerpo para que se parezca al ideal que el hombre desea, aunque las mismas mujeres sean finalmente las más apegadas a este modelo ideal”. Visto así, ¿no os parece rocambolesco todo esto? Y por si no fuera suficiente, paralelamente existe una gran industria que se lucra de modificar y mutilar el cuerpo de mujer. Ésta, además de beneficiarse de esta percepción de imperfección, la perpetúa, y por si no fuera poco, se inventa más requisitos opresivos para ganar más dinero (¿de dónde ha salido sino la necesidad de operarse la vulva?). Visión natural del cuerpo El cuerpo es un contenedor y vehículo perfecto, que la naturaleza ha diseñado para nosotrxs, para el ser humano. El cuerpo nos permite contener los huesos, músculos, órganos y demás, y nos permite movernos por el espacio para sobrevivir. Mediante la respiración obtenemos energía y agua para nuestras células. Mediante la comida ingerimos nutrientes que también nos proporcionan energía, y nos permiten construir y reparar los tejidos. Gracias a las hormonas y la genética, el cuerpo tradicionalmente leído como mujer tiene caderas anchas y almacena reservas de grasa en los pechos, caderas y muslos. Esa grasa se convertirá en energía y leche materna en un supuesto caso de embarazo (ver referencia). Y, según el clima, estas reservas de grasa tienden a variar en su ubicación y reparto, por su función termorreguladora (ver referencia). Es asombroso darse cuenta de cómo funciona nuestro cuerpo. Somos perfectas tal y como somos, la naturaleza nos ha hecho así. ¿Por qué cambiar nuestro cuerpo según los principios encorsetados que el hombre misógino ha dictado para nosotras? El cuerpo no lo es todo Somos más que un cuerpo. Somos un ser vivo con capacidad de pensar, sentir y expresar. Tenemos emociones, intelecto, memoria, psique, energía vital. Somos creación, somos risas y lágrimas. Somos el disfrute de un paseo por la playa o la montaña. Somos puro placer al notar la brisa meciéndonos el vello corporal, o nadando en el mar. Somos baile, yoga, y body-pump (no sé lo que es pero está de moda). Somos plenitud al compartir momentos con lxs amigxs. Somos felicidad al jugar con nuestro perro en la calle. Somos calma tomando una infusión en un día lluvioso. El sistema patriarcal nos ha marcado con hierro ardiente las medidas opresivas del cuerpo de mujer. A nosotras y a ellxs. Si ellxs quieren juzgar, que juzguen. ¿Por qué sufrir por no cumplir una normatividad antinatural que ellos se han inventado? Es SU problema no ver la realidad, no darse cuenta que los cuerpos son tan variopintos como infinitas posibilidades hay en la naturaleza, y que somos más que un cuerpo. No caigamos en su juego. Si no gozamos de nuestro cuerpo, porque estamos constantemente preocupadas por la “imperfección” de éste, ¿cómo vamos a gozar plenamente de la vida? Si pudiera vivir nuevamente mi vida, no intentaría ser tan perfecta Quería compartiros el poema Instantes de la poetisa Nadine Stair, que escribió a sus 85 años, y en el que reflexiona sobre las cosas de su vida que, si tuviese otra oportunidad de vivir, haría diferente. Y son cosas tan mundanas y tan sencillas las que valora, que merece la pena que las tengamos en cuenta, ya que nosotras aún podemos cambiar muestra mirada y nuestras prioridades. Si quieres escuchar su poema, que Barbijaputa lee al final del podcast especial sobre “la relación de las mujeres con nuestro cuerpo”, haz clic en el enlace y ve al minuto 22:30 (aunque te recomiendo que lo escuches entero). Nuestro cuerpo es precioso toda la vida, desde que nacemos hasta que morimos. Es una pena que no (lo) disfrutemos plenamente al obcecarnos con ciertas partes del mismo. Yo también he sido muy severa con ciertas partes de mi cuerpo, pero siempre estamos a tiempo de ampliar nuestra mirada y cambiar la relación que tenemos con el cuerpo, y ¡querernos y punto! Sin ‘peros’ y sin argumentos misóginos ni antinaturales. No compro tus cánones de belleza Y para terminar con un poco de alegría, quiero compartir esta canción de Negrah Liyah, artistaza que escupe crudas verdades y a quien, como yo, “no me seducen, ni compro, ni vendo tus cánones de belleza”. Así pues, “dejemos estas exigencias perfeccionistas para las muñequitas heterocapitalistas, que no quieren despertar, no quieren ser ellas, no quieren pensar”. ¡Espero que nos encontremos en las calles tarareando su ritmo pegadizo!...
Cadencia y candencia
5 septiembre, 2019
El poema que os entrego hoy sale calentito desde mis entrañas. Es un mensaje de corazón a corazón. Es un texto que no pasa por la razón. He intentado poner palabras a lo que se cuece dentro de mi cuerpecito en determinados momentos, a los que normalmente sigue un acto autodestructivo. Requiere valentía sentirlo, requiere paciencia ponerle palabras, y requiere coraje compartirlo abiertamente. Me muestro vulnerable compartiendo estas palabras, pero sé que es necesario hacerlo, para mí y para las personas a las que les resuene. A las que se sientan identificadas, las que se sientan comprendidas y acompañadas. Ya está bien de mostrarnos fuertes y “perfectas”, eso no existe. Démosle cabida a la vulnerabilidad, a la compasión (en su significado puro, de compartir el sentimiento de tristeza o sufrimiento de otra persona de forma empática), a la comprensión, y a la solidaridad. Y no, no me pasa nada, y me pasa todo. La vida es ésto, es sentir lo que baila dentro de nuestro cuerpo, y acompañarlo lo mejor que podemos y de la forma más respetuosa. Unas veces el baile es bello y exuberante, y lo quieres compartir con todo el mundo, y otras veces la danza es sosegada y apagada. Bailemos todos los bailes, pero bailémolos. Cadencia y candencia Notas discordantes suenan mudas en mi corazón, titubeando una canción que el cuerpo se niega a bailar. Como olas expansivas acunan inexorables, pero el muro se empecina en mantener su rigidez. Ondas, propagación. Roce, fricción. Tensión, calor, que arde en el interior. La lumbre danza brillante, al ritmo inarmónico de la melodía. El cuerpo se resiste, oprime. Y estalla. Nudo en la garganta, presión en el pecho, cabeza que quema, pensamientos que abrasan. Dónde está el agua para apaciguar esta cadencia. El vacío es lo único que las manos tientan. Y ya que hablo de fuego, quiero dedicar el poema a la Amazonía que está ardiendo, y a todas las personas que están ayudando a apagar el descomunal incendio. Los egoístas intereses de unxs pocxs están acabando con la Madre Tierra. Por este motivo quiero darle toda mi fuerza para que resista y se regenere. Mi más profundo respeto a la Madre Tierra y a todos los animales del mundo. Un abrazo....
La energía de las emociones
7 agosto, 2019
Andando en mi camino de vivir más en el cuerpo, es decir, de no vivir de forma automática atendiendo solo a la mente y de volver a prestarle atención al cuerpo, sintiéndolo vivo, armónico y en movimiento, empecé a sentir más cosas, una de las cuales son las emociones. No estoy hablando solo de sentir tristeza cuando te dan una mala noticia o alegría cuando te pasa algo bonito, estoy hablando de algo más profundo, de sentir la energía de las emociones como si fuese un impulso eléctrico recorriendo el cuerpo. Al final la emoción es esto, energía en movimiento, y la palabra emoción es una abreviatura. Cuando dejamos de ver las emociones como algo bueno o malo que nos pasa, y pasamos a verlas como energía que se mueve dentro de nuestro cuerpo porque algo externo (en realidad es la interpretación que nuestra mente hace de eso externo) las ha disparado, entonces aprendemos a convivir con ellas. Es decir, aprendemos a “digerirlas”, empezamos a entender qué nos quieren decir (aunque es difícil después de estar tanto tiempo sin atenderlas), y dejan de ser una amenaza (las que se consideran negativas e intentamos evitar). La importancia del entorno-sistema en las emociones De pequeñxs, tanto las madres/padres como lxs profesores y la sociedad en general nos enseñan, aunque no de forma conscientemente directa, que las cosas que generan dolor se tienen que evitar. Nos dicen que no lloremos, no nos sintamos tristes, no nos enfademos, que no gritemos, no tiremos las cosas al suelo, no tengamos miedo… Vamos, que no podemos manifestar la ira, el dolor, el miedo ni la tristeza. Aprendemos que son emociones malas o negativas y que las tenemos que evitar, y si aparecen las percibimos como una amenaza, como que algo malo que nos está pasando. Y esta creencia inconsciente que tenemos tan profundamente anclada la vamos arrastrando toda la vida, y sin ser conscientes de ello evitamos situaciones “para que no nos hagan daño”, o porque nos da miedo lo que pueda pasar, o nos bloqueamos en situaciones aunque las consideremos injustas. Pero toda esta emoción estancada o bloqueada se va haciendo una bola que nos genera malestares, y tarde o temprano tiene que estallar. Realizamos muchos actos para evadir (no sentir) estas emociones, como trabajar mucho, no saber estar sin hacer ‘nada’, salir de fiesta, beber alcohol, tomar drogas, la ludopatía, ir de compras, faltar el respeto al prójimo, etc. Escribiré un artículo sobre la evasión de las emociones porque es interesantísimo. Sinceramente, empecé a sentir las emociones de este modo cuando dejé de beber alcohol, y nunca he sido una alcohólica, considero que era una bebedora dentro de los límites normales y aceptados por la sociedad actual, es decir, bebía los fines de semana o cuando quedaba con alguien para “tomar algo”. Ovillo de emociones, juicios y creencias Otra cosa que aprendí es que tenemos un lío monumental de pensamientos en nuestra mente, ya que la mayoría de las veces ante una situación se nos aparecen mezcladas las emociones, los juicios, las creencias, las ideas preconcebidas, los recuerdos… Y al acecharnos todos estos pensamientos a la vez terminamos reaccionando ante la situación, normalmente con ese patrón aprendido desde que éramos pequeñxs, en lugar de responder a la misma, viendo o percibiendo la situación desde un presente sereno, sin juicios ni interpretaciones. Reaprender a atender las emociones es una tarea para nada sencilla y de la que no hay muchas enseñanzas ni literatura, además que el lenguaje emocional de cada cuerpo es único. Ese relámpago eléctrico que te recorre el cuerpo cuando pasa eso, para ti tendrá un significado emocional con una historia propia y unos juicios y creencias también propios que te despiertan esa emoción en concreto; pero otra persona vivirá una sensación totalmente diferente a la tuya ante esa situación o con esa emoción. Pero está claro que hay algo en común en todas las personas: sentimos emociones y esas emociones nos dicen algo. La dificultad de todo esto está en hacerles caso y entender qué nos quieren decir. Ejercicio para sentir las emociones Un ejercicio sencillo para sentir la energía de las emociones en el cuerpo es ponerte una canción que ahora mismo te guste mucho muchísimo o signifique mucho para ti. Tienes que escoger esa canción que cuando la oyes te genera un cosquilleo en el pecho o tripa. Pon la canción muy fuerte, y déjate sentir eso que empieza a nacer en tu pecho, tu abdomen, tu útero, o donde sea. Cierra los ojos. Siéntelo, fuerte, sin reprimirte nada. Si quieres mueve el cuerpo, o las manos, o la cabeza, o todo, o nada. Deja que los movimientos nazcan de esa emoción que está vibrando dentro de ti. Puede ser que te vengan ganas de saltar, o ganas de reír, o ganas de llorar, o ganas de dar unos puñetazos a un cojín. Sea lo que sea está bien, es algo que tiene que salir, es algo que tienes que traspasar. Es un ejercicio que me encanta hacer. Las primeras veces me sorprendí porque me caían lágrimas de los ojos, pero a la vez estaba disfrutando de sentir esa emoción con esa canción, era entre alegría y pena, era como un “gracias por estar sintiendo esto”. El agua para trabajar las emociones El elemento agua se asocia con las emociones porque, tal y como menciona Michael Brown en El Proceso de la Presencia, “si existe una energía en movimiento evidente en la naturaleza es la de los líquidos que se mueven constantemente”, como el mar, los ríos, el agua subterránea, etc. Somos un 65-75% agua, y al igual que la luna afecta a las mareas, también afecta a nuestra agua y emociones, participando en el baile natural que danza dentro de nuestro cuerpo, junto con las hormonas y demás. ¿Por qué no vemos esta danza como algo hermoso? Trabajar las emociones simbólicamente con el agua, por ejemplo tomando una ducha o bañarse en el río notando cómo el agua se lleva esa energía, o meditar observando el mar y notando cómo nuestra energía emocional interna se suma a la suya, es algo muy bonito. Luego cada uno puede ponerle una intención, por ejemplo “mar, acompáñame en el sentir de ese dolor”, y meditar dejándose sentir ese dolor, sintiéndote acompañadx y ayudadx por el mar, y observando qué cambios genera en tu cuerpo y tu mente. Energía que viene de las entrañas Y para terminar, y ya que estamos hablando de energía, hoy me apetece muchísimo compartir con vosotrxs esta canción, que me motiva mucho, me despierta mucha energía en el cuerpo, me hace sentir libre, y ¡¡las artistazas que la representan son la hostia!! Así que ya sabes, “canta, saca las tripas, engorda, ensancha, ocupa espacios que te daban vergüenza”, y ¡re-aprópiate de tu cuerpo!...
Comer o nutrir
11 julio, 2019
Según la RAE (Real Academia Española): comer1. Del lat. comedĕre. tr. Masticar y deglutir un alimento sólido. tr. Ingerir alimento. nutrir. Del lat. nutrīre. tr. Aumentar la sustancia del cuerpo animal o vegetal por medio del alimento, reparando las partes que se van perdiendo en virtud de las acciones catabólicas. Con el artículo de hoy pretendo volver a honrar el acto de comer que a diario realizamos casi todos los animales, porque para muchos humanos (y para la RAE) parece que se ha desvinculado de su finalidad: ingerir nutrientes a través de los alimentos que comemos. Iré bastante directa al grano. ¿Qué son los nutrientes? Son sustancias químicas formadas por moléculas unidas entre sí. Los nutrientes son necesarios para obtener energía, construir y reparar estructuras, y regular el metabolismo. En cualquier búsqueda por Internet se puede encontrar que, en función del tamaño de las moléculas, los nutrientes se clasifican en macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y proteínas) y micronutrientes (vitaminas y minerales). Estos tipos de nutrientes son popularmente conocidos por casi todo el mundo, son los que salen en la famosa pirámide nutricional, y son necesarios para vivir. Estos nutrientes en su estado natural se encuentran en los alimentos de origen natural (verduras, frutas, legumbres, semillas, cereales, animales, etc). Pero, si ahora miras tu despensa o frigorífico, ¿cuántos alimentos de esta lista se encuentran ahí? ¿Y cuantos alimentos dentro de bolsas de plástico, cajas de cartón o latas tienes por ahí? ¿Te has parado a leer la lista de los ingredientes de esos envases? Son listas kilométricas llenas de nombres raros y E’s. Componentes que no son nutrientes Existe otra lista de componentes de los “alimentos” que no son nutrientes, sino que son sustancias químicas artificiales o aditivos que se han añadido a los productos alimentarios para alterar su forma o composición en base a una lógica capitalista (para que tenga un determinado aspecto u olor, para que atraiga o enganche a la gente, o para que no se estropeen en varios años, por ejemplo). A estos “alimentos” no se les puede llamar alimentos, y popularmente se los conoce por productos procesados o ultraprocesados, ya que son productos diseñados y manufacturados por la industria mal-llamada alimentaria. Por lo tanto, los productos procesados son aquellos que no se presentan en su estado natural, sino que han sido sometidos a una modificación de sus propiedades mediante procedimientos industriales. Casi la totalidad de lo que se vende en un supermercado o gran superficie y está envuelto en plástico, papel o latas, son este tipo de productos. Los componentes químicos que suelen contener estos productos son los colorantes, conservantes, saborizantes, estabilizantes, modificantes, etc. Y además también suelen estar fabricados con productos refinados. Los productos refinados son alimentos que han sido procesados para eliminar parte de los nutrientes, por ejemplo al arroz blanco o refinado le han quitado la cáscara, donde se encuentran la fibra, las vitaminas y los minerales, dejando solo el hidrato de carbono (que al final nuestro cuerpo va a convertir en azúcar). Lo mismo pasa con el la harina, la sal y con el azúcar blanco o refinado. Alimentos desvitalizados y calorías vacías Así pues, podemos decir que los alimentos refinados, procesados o ultraprocesados son alimentos desvitalizados con pocos o ningún nutriente, con componentes refinados, y con gran cantidad de sustancias químicas artificiales. Por eso se suele decir que son calorías vacías, porque al comerlos no aportan ningún nutriente. Ahora viene la pregunta de examen: esa caja de galletas Oreo, ¿qué nutrientes crees que está proveyendo a tu cuerpo? Cierto, ninguno. Aprobadx. ¿Y qué pasa si comemos este tipo de alimentos procesados? Pues que no estamos dando a nuestro cuerpo los nutrientes que necesita y le estamos dando muchas sustancias que no necesita, por lo que nos estamos cargando de tóxicos a la vez que poco a poco nos vamos desnutriendo. Ya hay muchos estudios que intentan denunciar la relación entre este tipo de alimentos y la obesidad, diabetes, desnutrición y cáncer. Manipulación de la industria “alimentaria” Y en este punto podría empezar a hablar del gluten, péptidos opiáceos de la leche y el trigo, componentes adictivos como el glutamato, pesticidas, alimentos modificados genéticamente… Pero esta vez no quiero enfocarme en nuestra salud (parece que la gente está harta de oírlo, aunque no de escucharlo), sino que prefiero hacer hincapié en el negocio que hay detrás de todo esto, un negocio que solo tiene el objetivo de engrosar los bolsillos de las empresas de productos alimentarios, que inventan productos químicos para echar a la “comida” para que ésta sea más rentable y para que la gente prefiera comprar sus productos por encima de otros. Estas empresas también se valen del marco capitalista y productivista actual, donde la gente tiene que ser productiva todo el día, por lo tanto no tiene “tiempo” para cocinarse y alimentarse como es debido, ni para ir a comprar la fruta, las legumbres y el pan en diferentes tiendas, y se ve “obligada” a comprar productos alimentarios envasados listos para comer (o esto es lo que su marketing nos hace creer). Y, para terminar de rizar el rizo, el lobby de estas empresas está metido en asociaciones estatales y mundiales de salud para publicar estudios “científicos” sobre las repercusiones que sus productos (azúcares, conservantes, colorantes…) tienen sobre la salud, y que por supuesto son mentira y les benefician. Y no me extrañaría que mucha gente de lobby de la industria alimentaria también estuviese metida en el lobby de la industria farmacéutica. Tiene bastante sentido vender productos refinados y cargados de azúcar que enferman a la gente para que luego la misma gente tenga que tomar medicamentos para la diabetes, el corazón, cáncer… es el negocio redondo. El cambio empieza en nosotrxs Así que tú decides si prefieres comer o nutrirte, sabiendo que no solo tu salud está implicada en lo que eliges para comer. Y que si te cuesta rechazar unas Oreo no es solo por tu fuerza de voluntad, sino que la industria alimentaria ya ha fabricado ese producto para que no puedas rechazarlo. No comer sus productos es un acto insurrecto, ya que hay muchísima gente detrás de ese paquete de galletas que se está enriqueciendo a costa de tu salud y de mentir. Pero no quiero terminar el artículo sin mencionar que no sólo nos nutrimos de comida, sino que también nos nutren el oxígeno, el agua que bebemos o con la que nos bañamos, el sol, estar en contacto con la naturaleza, pasear descalzxs, bañarnos en el mar, los pensamientos que tenemos a lo largo del día, los pensamientos que tenemos mientras comemos, el ánimo con el que realizamos nuestros quehaceres… Así pues, ¡nutrámonos un poquito más! =) Fuentes: https://viviendolasalud.com/dieta-y-nutricion/alimentos-procesados https://nutricionsinmas.com/alimentos-procesados/ https://blogs.elconfidencial.com/mercados/perlas-de-kike/2016-11-22/obesiad-diabetes-lobbies-arruinado-alimentacion_1293210/ En la foto salen unxs compas hortelanxs trabajando en Sasiaingo Baratza. Si queréis ver todo el trabajo que hacen podéis ojear su facebook en Sasiaingo Baratza...
Horarios del cuerpo
8 junio, 2019
Nos hemos acostumbrado a vivir con muchos horarios marcados por el mundo exterior: el horario del trabajo o el de la universidad, el del restaurante, el de las tiendas, la hora a la que he quedado con las amigas… Pero nos hemos olvidado de (o nunca hemos aprendido a) hacer caso a nuestros propios horarios, los del cuerpo, que vienen marcados por el funcionamiento fisiológico del mismo. El objetivo de este artículo es recordar los horarios del cuerpo para reaprender a vivir acorde con ellos, y así, a parte de ayudar a nuestro cuerpo a que funcione de un modo más óptimo y tener más energía, retomar el contacto con nuestra esencia, es decir, con nuestra naturaleza animal. Aunque todos nuestros horarios son interdependientes, podríamos decir que tenemos horarios para dormir, comer, las digestiones, para la depuración natural del cuerpo y la regeneración del mismo. Dormir Es el horario más fácil de deducir: cuando se va la luz el cuerpo quiere dormir y cuando vuelve a salir, despertar. Esto es así porque con la falta de luz nuestra glándula pineal segrega melatonina, y una de las funciones de ésta es ir al núcleo supraquiasmático donde se suprimirá la síntesis de cortisol. Pero, ¿por qué funciona así nuestro cuerpo? Porque por la noche están programadas toooodas las funciones de depuración del organismo. Tareas de depuración natural y regeneración Entonces, el horario de depuración natural y regeneración del organismo va, aproximadamente, de las 9 de la noche a las 7 de la mañana. La depuración o desintoxicación consiste en la eliminación de toxinas, y las toxinas son compuestos que hemos ingerido o han entrado en nuestro cuerpo, pero que nuestro cuerpo no necesita. Las encontramos en el aire que respiramos, tabaco, alcohol, conservantes, aditivos químicos, medicamentos, componentes químicos de productos corporales (champús, jabones, cremas), en los productos de limpieza del hogar, ropa, e incluso en los alimentos procesados. El cuerpo debe eliminar estas toxinas, ya que ¿para qué vamos a mantener compuestos dentro de nuestro organismo que realmente no necesitamos? Como lógicamente pensaréis, ir acumulando toxinas y toxinas no puede ser bueno. Imaginaos vuestras células almacenando “mierda”, no podrán almacenar “mierda” indefinidamente. Para eliminar estas toxinas del organismo el cuerpo realiza una depuración cada noche mientras dormimos. El horario aproximado de esta depuración es el siguiente: 9pm a 11pm: eliminación de químicos innecesarios y tóxicos mediante el sistema linfático de nuestro cuerpo. Por lo tanto, a estas horas deberíamos haber terminado de cenar y estar relajadxs en casa. 11pm a 1am: proceso de desintoxicación del hígado, idealmente debe ser procesado en un estado de sueño profundo. 1am a 3am: proceso de desintoxicación de la vesícula biliar, idealmente también debe suceder en un estado de sueño profundo. 3am a 5am: desintoxicación de los pulmones. 5am a 7am: desintoxicación del colon, es el horario de ir al baño a vaciar el intestino. 7am a 9am: absorción de nutrientes en el intestino delgado, es el horario perfecto para tomar el desayuno. Lo podéis leer directamente de esta fuente o ésta. Respetar las tareas de depuración Así pues, si cenamos antes de las 21h y desayunamos a partir de las 7 de la mañana estamos respetando nuestro cuerpo para que destine toda la energía a la realización de estas tareas de depuración. Esto significa que eliminará toxinas, restaurará células y músculos, nuestro sueño será reparador, y al día siguiente nos levantaremos con la energía a tope. Pero, ¿qué pasa si cenamos tarde (a partir de las 10)? Pues que las primeras 2-3-4 horas nuestro cuerpo destinará la energía a realizar la digestión, con lo que las tareas de depuración naturales se verán alteradas, y por lo tanto a parte de no poderse realizar a la mañana siguiente nos levantaremos cansadxs. Y probablemente sintamos que necesitamos tomar un café, cosa que va a generarnos una sensación de energía que realmente es falsa, es decir, no es que nuestro cuerpo tenga energía, es el efecto estimulante de la cafeína el que nos genera una sensación de mayor concentración, sensación de poder con todo, de no sentirse cansadx, etc., pero que realmente agota aún más el organismo. Si queréis más información sobre los efectos y consecuencias del café tenéis este artículo (más detallado) y este otro (más resumido). ¿Y qué pasa si no dormimos? Pues que el cuerpo no puede eliminar las toxinas del organismo y éstas se van acumulando en los diferentes tejidos del cuerpo (músculos, tejido adiposo, huesos, articulaciones), aumentando el nivel de toxemia del cuerpo. Y como el cuerpo tiene un límite, si no puede gestionar tantas toxinas acaban apareciendo enfermedades, que son un grito de socorro del cuerpo que pide ser desintoxicado. Horarios de las comidas Las comidas del día deberían concentrarse entre las 7 de la mañana y las 9 de la noche (fuera de las horas de la depuración nocturna). A pesar de que hay teorías de todo tipo, cada cuerpo es un mundo y cada cuerpo tiene sus necesidades, con lo que mientras respetemos el ayuno nocturno da un poco igual si comemos a la 1 o a las 3. Cuando despertamos tenemos el cuerpo un poco deshidratado y contraído, por esto es muy importante beber un gran vaso de agua nada más levantarnos, y hacer algunos estiramientos para desentumecer el cuerpo. Si lo queremos alcalinizar un poco podemos añadir al agua limón, cúrcuma, jengibre… Desayuno significa des-ayunar, es decir, romper el ayuno nocturno, y después de la limpieza que nos ha regalado un ayuno es importante darle al cuerpo alimentos de verdad, no darle más toxinas. Hay muchas corrientes en cuanto al desayuno: que si saltárselo es súper nocivo para la salud, que si el ayuno intermitente es muy bueno para el cuerpo… El desayuno debe ser cuando el cuerpo te lo pida, cuando realmente tengamos una leve sensación de hambre. No estoy hablando de morirse de hambre, simplemente darnos cuenta de lo que nos pide el cuerpo Y luego, la siguiente comida debería ser cuando el cuerpo vuelva a sentir hambre, que puede ser picar algo a media mañana (fruta y frutos secos) o bien ya la comida del mediodía. Uno de los principales problemas de la sociedad desarrollada actual es que estamos sobrealimentadxs, comemos más de lo que necesitamos y comemos aunque no tengamos hambre. Y luego la gente se preocupa que si es mejor comer hidrato de carbono por la mañana o por la noche. La cuestión es comer cuando se tiene hambre, y si tienes hambre comes en función de tus necesidades del momento y lo que tengas que hacer después. La digestión Realmente no es un horario, aunque a nosotrxs sí que nos marca un horario para las comidas. Aquí hablaremos de tiempos de digestión, por ejemplo las frutas, hortalizas y hojas verdes se digieren en unos 40 minutos, el aguacate o frutos grasos de 60 minutos a 120 minutos, cereales y legumbres unos 90 minutos, frutos secos de 2’5 a 3 horas, etc. Aunque estos tiempos son promedio y en cada cuerpo serán diferentes. ¿Por qué escribo todo esto? Pues porque en función de la hora a la que comas y los alimentos que comas, tendrás hambre más pronto o más tarde. Y conociendo tu cuerpo y tus digestiones puedes “programar” los horarios de tus comidas en función de tus quehaceres. Cuando comemos sin dejar que el cuerpo haya terminado la digestión de la comida anterior se mezclan en el estómago alimento a medio digerir con alimento sin digerir, lo que causa alteraciones en los jugos gástricos y puede ser que se pudra o fermente la comida en el estómago (con los consecuentes gases, eructos, pesadez estomacal, hinchazón…). La autofagia en el ayuno En este punto encuentro interesante comentar los beneficios que recientemente se están popularizando de la ‘autofagia’, es decir, cuando el cuerpo se “come a sí mismo” cuando no recibe comida (por ejemplo en un ayuno). En este proceso natural de sanación se destruyen células viejas para tener material para producir células nuevas, y se inicia cuando llevamos 12 horas sin comer. Y es tan fácil como cenar a las 7 de la tarde y desayunar a las 9 de la mañana (así se han estado 14 horas sin comer) un par de días a la semana. Si queréis más información podéis escuchar este podcast de Ana Moreno (10 minutos). Me apasiona saber cómo funciona nuestro cuerpo, es asombroso. Combatir el cansancio sin café Antes de terminar quería compartiros mi remedio natural para combatir el cansancio al levantarme: cuando suena el despertador y pienso “Oh no, dormiría una hora más”, realizo Savasana (una asana de yoga) en la cama durante 5 minutos más. Se dice que 10 minutos de Savasana producen un descanso similar al de una noche de sueño. Lo importante de Savasana no es la postura, sino la actitud mental de calma y la distensión de todos los músculos del cuerpo (información sobre cómo hacer la postura aquí). Resumiendo, con este artículo sólo quería remarcar que muchas veces estamos demasiado pendientes de los horarios de afuera y no tenemos en cuenta nuestros horarios reales, los de nuestro cuerpo. Con solo respetar las horas de sueño y el no cenar tarde la mejora a nivel energético y anímico es muy considerable. Y como te sientes tan bien, cuando luego haces algo que no te sienta tan bien lo detectas rápidamente, y así es como se empieza a escuchar al cuerpo. Nuestro cuerpo es nuestro templo, y su salud y energía solo depende de nosotrxs....
Desgranando el tiempo
2 mayo, 2019
¿Sientes que te faltan horas al día para hacer todo lo que quieres? ¿Te ves andando rápido o haciendo todo rápido para “tener más tiempo” y hacer más cosas? Hoy quiero invitaros a reflexionar sobre el Tiempo, actualmente el “bien” más valioso pero, paradójicamente, creo que el gran ignorado. La sociedad de la prisa y la exigencia Hoy en día (y desde hace tiempo) vivimos inmersos en una vorágine en la que nos pasamos el día corriendo para hacer todo lo que debemos y queremos hacer. Nos pasan las horas, los días y las semanas cumpliendo obligaciones y nos damos cuenta de que nuestro tiempo libre es muy limitado, que necesitaríamos que el día tuviese más horas. Esta sensación de necesitar más tiempo nos empuja a realizar las cosas más rápido, debido a la creencia inconsciente de que así terminaremos antes y podremos hacer más cosas. Y esto nos hace enfermar, aunque todo el mundo lo haya normalizado y comúnmente se le llame estrés. Este afán de tener/necesitar más tiempo para hacer más de todo nos viene impuesto en gran medida porque, por regla general, la sociedad apremia a los más rápidos y a los que tienen más (estudios, inteligencia, dinero, a los más productivos…). Siempre más y más y más. Y sino lo que pasa es que no somos suficiente: no tenemos suficientes estudios, no soy suficiente inteligente, no soy suficiente productivx, no tengo un trabajo suficientemente bueno… Al final este afán por el tiempo y la velocidad se distorsionan y se convierten en aspectos o cualidades personales que nos cuestionan todo el ser, cuando en realidad son exigencias de la sociedad, es más, son exigencias del sistema (capitalista, claro está). Buscando atajos para tener más tiempo Otra consecuencia de esta velocidad es que estamos constantemente buscando atajos o soluciones para hacerlo todo más rápido. Nos hemos olvidado que la naturaleza tiene sus tiempos, el cuerpo y la mente tienen sus ritmos… Queremos leer todos los whatsapps e instagrams en 5 minutos para no “perder tiempo”, y realmente la mente no entiende ni retiene lo que debería (y si lo intentase nos colapsaríamos, tenemos demasiada información a nuestra disposición a cada momento. Además de que muchas veces lo leemos para pasar el rato, por no vivir, más que para informarnos realmente). Si queremos hacer deporte, antes de empezar ya queremos tener el hábito, y en una semana ya queremos notar los efectos. Queremos comer sano pero queremos la receta mágica para cambiar de la noche a la mañana. Queremos aprender algo nuevo y a la primera complicación ya tiramos la toalla. No, así no funciona la naturaleza, todo surge, se aprende o se interioriza a su debido tiempo. Hacer las cosas rápido no nos permite profundizar en nada, lo hacemos todo de forma superficial. El tiempo y el reloj Cuando pensamos en el tiempo lo que nos viene a la cabeza es un reloj. Encuentro muy interesante el repaso histórico que realiza Carl Honoré sobre el tiempo y la aparición de formas de medir el tiempo en su libro ‘Elogio de la Lentitud’, si lo queréis leer está aquí (no os tomará mucho TIEMPO jejeje, sólo tiene 20 páginas). El caso revelador de la instalación de un reloj mecánico en la ciudad alemana de Colonia en 1370 para que los ciudadanos supieran la hora de empezar a trabajar y la hora de terminar, y para controlar que sólo tuvieran una hora para comer, nos da pistas sobre la potente influencia que tiene el tiempo (o el reloj) sobre nosotrxs, y que no siempre ha sido así. Ahora nos parece esencial, ¡SOS, sin reloj no se puede vivir! La expresión “el tiempo es oro” no ha existido toda la vida, sino que la acuñó Benjamin Franklin el 1748. La disciplina de la puntualidad la crearon empresarixs para lxs trabajadorxs como un deber cívico y una virtud moral. Qué curioso. ¿Cómo sería la vida antes de la instalación de todas estas cosas que ahora vemos tan normales? Aunque discrepo en algunas de las cosas que comenta Honoré en su pequeño libro, creo que aporta mucho conocimiento histórico interesante de conocer para cuestionarnos ciertos valores que actualmente percibimos como “la realidad” o “la verdad”. Ejercicio para sentir el presente Pero yo quiero ir un poco más allá. ¿Para qué queremos hacer todas esas cosas, y además tan rápido? Probablemente para obtener algo en el futuro. Pero, ¿el futuro existe? No. Y antes de empezar con los “sí pero…” permíteme continuar con la reflexión. Si ahora mismo tienes tiempo (madre mía con el tiempo, ¿eh?) te invito a realizar una pequeña reflexión-meditación. Si lo dejas para más tarde probablemente es porque estás leyendo este texto rápido y de forma superficial porque tienes muchas cosas que hacer. Te invito a observar tus pensamientos durante 5 minutos. Sólo 5 minutos de los 1440 minutos que tiene el día. Dedícate estos minutos a ti mismx. Si estás en un sitio ruidoso ponte unos cascos o enciérrate en un baño. Si estás en casa perfecto. Siéntate cómodamente, que no te incomode nada de tu cuerpo. Ponte una alarma a los 5 minutos si quieres. Cierra los ojos, relájate y presta atención a tu respiración. Fíjate en cómo se mueven tu abdomen y tu pecho. También puedes fijarte en cómo entra y sale el aire por tus fosas nasales. Durante estos 5 minutos sólo tienes que hacer esto, observar. Pero va a pasar una cosa, es inevitable, tus pensamientos acudirán a tu mente. Intentarán desviarte de tu intención. Probablemente vengan a tu mente quehaceres futuros, recuerdos del día, recuerdos de vete a saber cuando, te vendrá a la mente esa situación que has vivido a la mañana con fulanito de tal… Si te das cuenta de ellos, pasa de ellos, observa los pensamientos como si fuesen nubes y vuelve a fijar tu atención en la respiración. Una vez hayas hecho el ejercicio, dime, ¿qué pensamientos han venido a tu mente? Cosas del futuro, pasado… Después de este ejercicio espero que veas claramente que mientras estabas pensando en esas cosas del futuro o del pasado, no estabas en el presente. Eso es lo que nos suele pasar cuando “hacemos cosas”, que aunque estemos haciendo algo realmente no estamos ahí, no estamos en el momento presente presenciando lo que estamos haciendo. Presenciar lo que estamos haciendo Y si no estás en el presente, ¿dónde estás viviendo? Encerradx en tu mente, enredadx con tu ego. Pasado y futuro no existen, el pasado ya pasó, y el futuro no sabemos si pasará, lo único que tenemos es el presente. Está claro que también tenemos que pensar un poco en el futuro para saber hacia dónde queremos ir, pero lo que está más claro aún es que mientras caminamos en esa dirección parece que no nos estamos dando cuenta del viaje. Por esto al principio del artículo decía que realmente el tiempo es el gran ignorado, porque vamos corriendo para hacer todo rápido, para “aprovechar el tiempo”, pero no le prestamos el 100% de atención a lo que hacemos y lo hacemos con la cabeza llena de pensamientos del pasado o del futuro, sin disfrutar lo que hacemos en el presente. Vivir en el presente Hasta aquí supongo que todxs o casi todxs habíamos llegado a esta conclusión. Ahora viene lo difícil, tomar medidas: vivir el presente. Pero vivir el presente no es pasarse el día haciendo cosas guais que vas a querer recordar toda la vida, eso es muy capitalista. Vivir en el presente no es un “sí, mañana mismo voy a cambiar cosas de mi día a día”. No. Es AHORA, sino estás cayendo en tu propia trampa. Vivir el presente es sentir, a nivel sensitivo, a nivel emocional y a nivel de pensamiento, lo que estamos haciendo ahora mismo. Y si lo que estamos haciendo AHORA MISMO EN ESTE PRECI(O)SO INSTANTE no nos llena, o no nos hace estar alegres o sentir satisfechos, tenemos que replantearnos algo. El tiempo lo gestionamos desde la cabeza, pero el presente se vive desde el cuerpo y la mente sólo lo acompaña. El sistema capitalista nos quiere consumistxs, productivxs, corriendo arriba y abajo para hacer más y tener más. Tampoco quiere que tengamos tiempo para cuestionarnos todo esto, quiere que nuestras preocupaciones sean tener y ganar más. Por este motivo, el mero hecho de vivir en el presente ya es una resistencia contra el sistema capitalista. Tal y como dice mi compañera Enara de Viviendo en Cíclico, “Considera que todo aquello que no atiende a la lógica productivista (tanto hago, tanto soy) es hacer resistencia.” Consejos que a mí me sirven Y como siempre, para quien le interese, os comparto qué herramientas me están ayudando a estar más en el presente: meditar. Meditar me ayuda a calmar la mente, a reducir el flujo de pensamientos, a identificar esos pensamientos del futuro o del pasado y decirles a cada uno, con una sonrisa, “gracias pero ahora es mi turno, pesadito”. Eso implica tener el hábito de meditar cada día. Es fácil hacerlo si vives en el presente, pero es muy difícil hacerlo si vives en el tiempo y priorizas los quehaceres o obligaciones futuros. Siempre será mejor 5 minutos que nada, ¡¡¡sieeempre!!! Y 5 minutos los tenemos todxs. Y para que el cambio sea más revelador, recomiendo incorporar el hábito de meditar con el libro del Proceso de la Presencia (sí, soy una pesada con este libro, pero la forma que tiene Michael Brown de entender la esencia de la vida me ha marcado un antes y un después). Espero que este análisis sobre el tiempo le sirva a alguien para, por lo menos, frenar un poco el frenético ritmo de vida que llevamos hoy en día y ganar en salud y plenitud vital. Y mi mayor deseo sería que cuantas más personas se replanteen esto para poder frenar el mundo y construir una realidad alternativa donde la vida y la presencia de las personas tenga un papel central....
Tensiones corporales
4 marzo, 2019
Hace ya tiempo que quería escribir este artículo pero postergué su escritura porque mi cuerpo me pidió escribir los últimos artículos de laboratorio. Y me sorprende lo caprichosa o mágica que es la vida porque desde hace unas semanas mi foco de atención corporal vuelve a estar en las tensiones corporales, y con mi gente cercana ha salido el tema en varias ocasiones. Este artículo sería la continuación del que hablo de la filosofía slow. Para contextualizaros, decía que al principio de mi camino de Viviendo en el Cuerpo me di cuenta de que si no me forzaba a andar lento mi cuerpo tendía a tensarse y andar rápido, y que cuando me perdía navegando por los pensamientos mi cuerpo se tensaba automáticamente. Pero no sólo estoy tensa mientras ando, sino que estoy tensa casi todo el día. Sea el momento del día que sea, si pienso “relájate”, siempre hay algunos músculos que se relajan. Siempre. Haz la prueba. Aunque sólo sean las cervicales. Entonces ahí me surgió la pregunta de ¿porqué mi cuerpo está tenso (y no soy consciente de ello)? Y más tarde me fijé que no sólo es el cuerpo, sino que también tengo tensión en los músculos faciales y la mandíbula. El tema de la tensión muscular me llama mucho la atención. Estamos tan atareadxs en nuestro día a día que no prestamos atención a la postura ni somos conscientes del grado de tensión corporal. Es algo con lo que hemos aprendido a convivir, pero eso no significa que sea lo normal ni que sea bueno para el cuerpo humano, es un desgaste energético muy grande, además de ser generador de muchas dolencias y de tener repercusiones para la salud. ¿Cuántxs de nosotrxs nos hemos quejado alguna vez de dolores en las cervicales, espalda, cabeza… cuando muchas veces estos son debidos a un exceso de tensión corporal (y, a la vez, por falta de ejercicio)? ¿Porqué tenemos este exceso de tensión corporal? ¿Por estrés? ¿Prisa? ¿Ansiedad? ¿No podemos con todo? ¿Estamos disgustadxs con algo? ¿Merece tanto la pena sufrir este estrés, disgusto o lo que sea para que nosotrxs y nuestro cuerpo sufra de éste modo? Si bien la respuesta al porqué de esta tensión no la tengo, creo que no hay una única causa, y creo que algunos de los factores que pueden influir son las PREOCUPACIONES, algunas CREENCIAS, el hábito, y los malos hábitos (incluyo aquí la falta de ejercicio). Las preocupaciones y las creencias, algo que solo está en nuestra cabeza, se expresan en la totalidad de nuestro cuerpo normalmente en forma de tensión muscular. Cuando una persona tiene la creencia de que “ella puede con todo”, probablemente se exija demasiado y probablemente padezca estrés o vaya corriendo a todos lados o no tenga tiempo para ella misma (y no se relaje o no se mime el cuerpo con ejercicio). Es un ejemplo muy resumido pero creo que así entendemos por donde voy. También hay personas que con sólo verlas piensas: “tiene cara de sufrimiento”, o “tiene cara de preocupación”, o que “tiene un posado introvertido”. Pues si nos imaginamos unas preocupaciones que se mantienen a lo largo del tiempo, por fuerza nuestros músculos se habitúan a estar en tensión, ¿no? A lo mejor esto de la tensión corporal os parece una chorrada, pero yo creo que es la punta del iceberg. La tensión corporal es un reflejo de cómo vivimos nuestra vida, de cómo nos la tomamos, y de como nos tenemos en cuenta. Si no somos conscientes de nuestra tensión corporal es que no estamos viviendo en el presente, porque en el presente somos conscientes de las sensaciones de nuestro cuerpo. Cuando empiezas a ser consciente de tu tensión corporal y te empiezas a preguntar de dónde viene, ahí empieza la aventura de verdad, empieza la montaña rusa. En cuanto a la tensión mandibular creo que es la que tiene más tela de todas. ¿Cuánta gente duerme con la mandíbula tensa? ¿Y a cuánta gente le pasa y no lo sabe? Hay gente que se lima los dientes o se los rompe por el exceso de tensión mandibular. La tensión mandibular también genera dolores de cabeza o dolor de oídos, entre otros síntomas. Yo duermo con una férula de descarga, pero eso no te evita tensar la mandíbula. Como mientras dormimos no somos conscientes de si estamos tensando la mandíbula o no, una opción que me dijo mi padre y que encontré muy acertada es, cuando estamos en la cama dispuestxs a dormir, relajar expresamente la mandíbula (y si te apetece, todo el cuerpo, empezando siempre por los pies y terminando en la cabeza —así es más fácil). Así es más probable que durmamos con la mandíbula relajada (y descansemos mejor). Pero otra cosa que quiero remarcar en cuanto a la tensión mandibular es que está estrechamente relacionada con la tensión uterina: si tensamos la mandíbula estamos tensando el útero. Buscando información al respecto encontré estudio sobre el útero, donde Mónica Felipe-Larralde explica esto y mucho más, desde un enfoque feminista interesantísimo del cuerpo de mujer, además de ofrecer de forma gratuita ejercicios vivenciales y una relajación uterina especialmente interesante. En la Biblioteca de Viviendo en el Cuerpo también tengo su referencia, así lo tenéis todo en el mismo lugar. Y ya que hablamos del útero me gustaría invitar a los cuerpos que tienen útero a reflexionar una cosa: ¿sabes dónde tienes el útero? ¿te lo puedes masajear?, cuando andas ¿sientes tu útero?, cuando bailas ¿sientes tu útero?, cuando haces el amor ¿sientes tu útero? El útero se mueve en todas estas acciones. Yo nunca me había preguntado todo esto hasta hace relativamente poco, sobretodo desde que empecé a introducirme en el mundo del feminismo y las feminidades, y realmente me sorprende lo ignorado que las mujeres tenemos el útero. Para las personas interesadas en rebajar la tensión corporal quiero compartirles mi experiencia con el yoga. Hace un año y medio que empecé a hacer yoga más en serio, y ahora, además de ser más consciente de mi cuerpo, lo siento más flexible y relajado. Para animar a la gente quiero comentar que siempre había sido poco constante con el yoga y que la mayor dificultad siempre ha sido encontrar la/el profesora. Esta última vez intenté hacer yoga en casa siguiendo vídeos del Youtube. A cada cuál le “cala” más una persona u otra, yo encontré un par que me gustaron (si os interesa tengo sus referencias en la Biblioteca) y empecé con ellas a hacer yoga casi cada día de la semana. Y pasados los tres meses de sufrimiento en los que te sientes un palo que no se puede doblar ni puede respirar tranquilamente en cada postura, y que cada vez que la profesora te dice “respira y relaja” tu quieres matarla porque es físicamente imposible, pasados esos tres meses empecé a notar que ya podía aguantar las posturas sin sufrir, respirando, sintiendo los músculos que tienen que trabajar en cada postura. Me sentí muy feliz conmigo misma por haberme mantenido en mi propósito y por haber tenido paciencia, porque ya empezaba a obtener recompensas. Aprovecho ahora para animar a aquellas personas que quieran hacer deporte pero creen que no pueden: ¡sí que podéis! Con paciencia, constancia, y poniéndoos a vosotras como prioridad en vuestra vida, sí que se puede (siempre viene bien que alguien nos lo recuerde, ¿no?). Ahora es el propio cuerpo es el que me pide hacer yoga cada mañana y es un auténtico placer sentirlo flexible, enérgico y relajado :) También he notado otra consecuencia de hacer yoga y meditar cada día: la paz mental que te aporta meditar se refleja claramente en el humor y en la expresión facial. Meditar cada día (una vez pasados los primeros meses en los que parece una lucha constante con la pereza y todo esto) tiene unos beneficios increíbles a nivel mental, además de físico y facial. El libro del Proceso de la Presencia en este sentido me ha ayudado a ver la importancia de darme un espacio cada día para sentarme a meditar. Además de las estrategias físicas para reducir la tensión corporal, creo que el principal aspecto a abordar son las preocupaciones y las creencias, trabajar el porqué tenemos ciertas preocupaciones, qué las genera y porqué, qué creencias tenemos que nos generan esas preocupaciones, qué patrones hemos aprendido en casa que nos generan esas preocupaciones… este trabajo es más psicológico, y se puede abordar leyendo más, haciendo terapia… lo que nos vaya mejor (si no sabes por dónde empezar puedes escoger cualquier libro de la Biblioteca o puedes mandarme un email). Está claro que vivir con estas preocupaciones no nos aporta nada positivo. Creo que no debemos olvidar que el patriarcado nos hace mucho daño en nuestra construcción social de ser humano, sobretodo a las mujeres, y creo que es imprescindible tener en cuenta un enfoque feminista en este aspecto. Creo que la forma más eficiente para afrontar el tema de las tensiones corporales es abordar psique+cuerpo, no debemos olvidarnos de ninguno de los dos, porque somos estas dos cosas, y siempre tendemos a olvidarnos del cuerpo (el patriarcado y el capitalismo tienen mucho que ver). Hasta aquí mi recopilación de observaciones y reflexiones que he ido haciendo a lo largo del tiempo y que están relacionados con la tensión corporal. Solo quería compartirlas para aportar una perspectiva más a la realidad que vivimos, y también quería aportar mi experiencia corporal con el yoga y la meditación porque he observado unos resultados beneficiosos en mi y a lo mejor a alguien más le sirve, aunque sólo sea para replantearse algunos aspectos de su experiencia vital. ¡Un abrazo!...
Mujer, siente
5 febrero, 2019
Hola cuerperxs. Hoy he desempolvado el antiguo estuche de rotuladores de cuando era pequeña porque me apetecía re-dibujar un dibujo-expresión que dibujé a finales de octubre de 2018, mientras estaba en un largo viaje de autobús desde Bogotá a la ciudad fronteriza de Ipiales, en Colombia. Es el dibujo que acompaña este artículo, y me inspiró el poema que transcribo a continuación y que tenía muchas ganas de compartir en Viviendo en el Cuerpo porque, desde hace relativamente poco, siento la vibración de las emociones en el cuerpo, ¡y esto me emociona! Ya sean emociones valoradas como positivas o como negativas, intento sentirlas, aunque cueste o duela, a la vez que poco a poco voy suavizando los juicios negativos que automáticamente florecen con la emoción. No me enrollo más ya que la cosa es más vivencial y toda palabra sobra. Os dejo con el poema, espero que os remueva algo por dentro :) Mujer, siente Mujer, siente la oscuridad que hay en ti, siente ese fluir energético que nace en ti y te atraviesa entera, siéntelo aunque creas que no es bueno sentirlo, siéntelo aunque te etiqueten. Siéntelo, abrázalo, deja que te traspase. Aunque duela. Aunque te estremezca. Y obsérvate. Obsérvalo. Ya pasó. Suéltalo. Ya pasó....
Cuando lo haga seré más feliz
29 enero, 2019
Cuántas veces nos hemos dicho esta frase, o frases del estilo “Cuando tenga más dinero podré hacer lo que realmente quiero”, o “Siempre he querido tomarme un año sabático”, o bien “Si tuviese más tiempo podría hacer eso (eso que seguro que nos daría la felicidad total)”. Y como éstas muchas más, que más o menos tienen este formato: “Cuando consiga/haga/pase eso seré más feliz/estaré mejor/etc”. ¿Tienes alguna frase parecida en mente? Acostumbramos a vivir en una realidad ilusoria en la que en el presente no nos sentimos totalmente satisfechxs pero nos consuela pensar que en un futuro, cuando alcancemos/hagamos/pase eso, seremos más felices. Y ese eso puede ser tener más autoconocimiento, tener más tiempo, tener más dinero, cuando hagamos más ejercicio… Pero realmente la felicidad que anhelamos, ¿llegará cuando consigamos/hagamos/pase eso? Ahora mismo me encuentro cumpliendo un sueño, uno de esos sueños locos que creemos que al realizarlos toda esa sensación de insatisfacción se evaporará y seremos realmente felices, porque era eso lo que necesitábamos hacer para sentirnos completxs. Este año 2018 me armé de valor y conseguí dejar el empleo que tenía para tomarme un año sabático. También dejé la casa, ¿para qué quería seguir pagando el alquiler? Hice wwoofing durante tres meses en una finca ecológica de permacultura, y ahora mismo estoy en el otro lado del charco viajando “sola” (lo pongo entre comillas para remarcar únicamente que el viaje lo estoy realizando sin una persona conocida anterior al viaje, ya que en ningún momento he sentido el sentimiento de soledad). Ya llevo más de dos meses de viaje, y estoy realizando esta reflexión porque, estando en este viaje, cumpliendo mi sueño, sigo teniendo momentos con sentimientos de vacío, de confusión, de sentirme perdida, de no saber qué dirección tomar en mi vida… Antes del viaje pensaba que estos momentos me sucedían porque estaba viviendo una vida medio obligada, como si estuviese viviendo una vida con muchos aspectos que yo no había escogido. Y ahora que estoy viviendo esta vida que yo he elegido al 100% me siguen pasando estos pensamientos por la cabeza. Total, que aquí estoy, en Colombia, a más de 8000km de distancia de mi casa y cumpliendo un sueño, y observando que aunque muchos postergamos esa felicidad que sabemos que tendremos cuando hagamos eso, realmente esa felicidad no la tendremos tampoco cuando tengamos eso. Si no la sentimos ahora es porque algo nos pasa en nuestra vida que no tiene que ver con lo que estamos haciendo sino con nosotrxs. Algo pasa en nuestro interior, hay algo ahí pendiente de ser solucionado, y solo lo podemos solucionar nosotrxs mismxs. Cambiar el entorno no cambia el problema, solo el escenario. Es lo mismo que beber una cerveza para “ahogar las penas”, momentáneamente parece haber una mejora, pero esa cosa sigue estando ahí, dentro nuestro, y no se irá si no la acogemos, si no le damos cabida entre nuestros brazos para saber qué quiere. Pero, ¿qué es esa cosa? ¿Y cómo la abrazamos? Se aceptan sugerencias. Hay otra cosa que quiero destacar de todo esto, y es la sensación que algunas personas tenemos de que estamos viviendo una vida que no hemos elegido. Sí que la hemos elegido, en todas las decisiones que tomamos en nuestra vida, por ínfima que sea, desde tomar un café a no decirle al camarero que nos cambie la cucharilla porque está sucia, o a no actuar delante de un acto violento… en todas estas situaciones estamos eligiendo, y esas elecciones marcan el rumbo de nuestro camino y nuestra vida. En todo actuar o no actuar estamos eligiendo. En esos síes que realmente son noes, y en esos noes que realmente son síes… Cómo nos gusta engañarnos, faltarnos al respeto, no escucharnos… Que no, que no nos gusta, ¡pero lo hacemos! Todo esto lo estoy diciendo más para mi que para el mundo, pero, ¿alguien más se siente identificadx? Sí, la vida es un camino, un constante aprendizaje, y poco a poco vamos aprendiendo. A veces me pregunto porqué estoy constantemente preguntándome estas cosas, pero estos pensamientos vienen a mi cabeza sin llamar a la puerta. De repente estoy unos días en el paraíso de las conciencias y de repente viene el señor Cuestionamiento y me inunda el mar de pensamientos con cuestionamientos de cosas que ya me había respondido y que de repente vuelven a no tener respuesta, y tengo que volver a realizar todo el proceso de darme espacio y recordarme (lentamente, no es cosa de unas horas, sino de un par o tres de días como mínimo) que eso de saber a donde vamos no es tan importante, que es mejor dejarse fluir en el día a día y disfrutar de las pequeñas cosas, y la vida ya nos irá llevando donde tenga que ser. Si vamos tomando pequeñas decisiones que sean sinceras con nosotrxs, el camino que iremos trazando será forzosamente el que queremos, ¿no? Bueno, aquí termina mi segundo desgarre corporal en Viviendo en el Cuerpo. Se aceptan comentarios para crear un círculo de apoyo ante estos momentos de estar reflexivas, ahí arriba. Este viaje me está haciendo de espejo y me está enseñando muchas cosas :) Quiero terminar con una frase que leí hace poco y que creo que la vida la puso delante de mis ojos para terminar con toda esta reflexión, y que seguro que nos ayudará a tomar las pequeñas decisiones del día a día respetándonos siempre: “Lo más valioso que tienes en esta vida eres tú misma”. Un cálido abrazo, cuerperxs....
El miedo
27 diciembre, 2018
¡Hola cuerperxs! Con este artículo inauguro la categoría Laboratorio, una categoría en la que voy a encajar reflexiones que actualmente estoy elucubrando y por lo tanto aún no les he dado forma, ni he corroborado, ni he contrastado. En esta categoría voy a desnudarme emocionalmente, voy a abrirme en canal y a escribir lo que vivencian mis entrañas. Puede ser que en una semana sienta otra cosa, o que en un año lo relea y piense que no era realmente esto lo que me estaba pasando. Tanto si lo que estoy viviendo ahora lo confirmo en un futuro como si no, al final es un peldaño que estoy avanzando en mi proceso de vivir en el cuerpo, y si lo estoy escribiendo en este espacio es porque considero que es algo interesante. El artículo de hoy trata de lo que irónicamente he llamado el cuento de la vida de Senda, y que hoy lleva por título “Senda y sus miedos”. Este cuento trata de una niña que desde bien pequeña convivía con miedos, y que a medida que pasaban los años, en lugar de desaparecer los viejos miedos, o de transformarse, se añadían nuevos miedos a la larga lista. Estos miedos podían aparecer delante de multitud de situaciones cotidianas y banales, y podían ser el miedo a ser aceptada, a ser rechazada, a hacer, a no hacer, a lo que dirán, a qué no dirán, a no hacer nada de valor en su vida, a brillar, a que le pase la vida por delante sin disfrutarla lo suficiente, a que le hagan daño, a que la ignoren, a no saber qué hacer, a hacer demasiado… Como veis su lista de miedos es muy larga e incluye casi todo. Siempre he creído que soy fuerte, y probablemente si le pregunto a mis amistades qué cualidades me definen entre ellas estará la cualidad de “fuerte”. Pues bien, he descubierto que aunque yo me sienta fuerte, mi cuerpo siente muchos miedos, como la Senda del cuento. Y supongo que os preguntaréis: “¿Cómo puede ser que tengas miedo a tantas cosas? ¡Eso es un sin vivir! ¡No puedes hacer nada!” Pues realmente hago todas las cosas que quiero hacer, pero en el trasfondo-fondo-fondo de mi cuerpecito hay un temblor que ya no sentía de forma consciente y con el que me acostumbré a vivir. Y ese temblor, que era casi imperceptible, tomaba muchas formas: a veces tenía la forma de vergüenza, a veces de preocupación, a veces de angustia, a veces de nervios, y otras muchas veces de ansiedad. Y esta forma que tomaba a veces me obligaba a comportarme de algún modo: evitar una situación, obligarme a actuar en una situación, necesitar una cerveza, necesitar un trozo de chocolate… Y a la vez, después de este comportamiento “obligado”, venía un autojuicio: por qué soy así, por qué no lo puedo hacer, por qué lo he vuelto a hacer, lo he conseguido, a la mierda todo… Y en algunos casos el autojuicio venía con culpa —¡lo peor de lo peor para una misma! No hay nada más autodestructivo. Pues bien, he descubierto que al principio de toda esta secuencia, en la que a lo mejor muchxs os reconocéis, hay el miedo. Y ahora muchxs diréis: está claro, no has descubierto la luna. Cierto, esto está escrito en muchos lados, y leyéndolo ahora así, en estas líneas, parece lógico, claro y sencillo. Pero creo que la dificultad real de todo esto radica en descifrar la emoción que sentimos en ese momento en el que estamos idxs, en ese momento en el que parece que nos hayan pulsado un botón y actuamos de forma automática, sin darnos tiempo a cuestionarnos lo que vamos a hacer y porqué lo hacemos. En ese momento en el que de forma automática te levantas del sofá para ir a buscar el paquete de galletas; en ese momento en el que dices “sólo una” y te comes la mitad (por ejemplo). Sí, en ese momento en el que parece que no sientes nada, a lo mejor solo te sientes intranquilx, pero no puedes frenarte y actúas como un robot. En ese momento justo yo sentía un suave temblor dentro del pecho y la cabeza ida, en estado de alerta. Una levísima e imperceptible vibración. Y cuando empecé a darme cuenta de eso que sentía no supe como llamarle, y por ponerle un nombre le llamé ansiedad. Pero la ansiedad no es una emoción. Y ahora que estoy aprendiendo a escuchar mi cuerpo he descubierto que esa vibración a veces es miedo. El miedo, eso que sólo tienen los cobardes (lógicamente es un sarcasmo). El miedo, esa emoción que consideran negativa, que nadie quiere tener, y que sólo la reconocen los casos más extremos que tienen mucho miedo o fobia a algo. El miedo al final es una sensación corporal, una reacción fisiológica que te prepara el cuerpo para actuar, no es más que eso. Y en esta sociedad parece que tener miedo es malo, o que incluso te rebaja el estatus social. Estoy leyendo un libro que me ha ayudado a sentir ese leve temblor en el pecho y el cerebro superrevolucionado, y me ha ayudado a hacerme las preguntas correctas para descubrir que eso es la emoción del miedo. Pues, ¡hola miedo! Te saludo con una sonrisa :) Sí, ahora que te reconozco puedo saludarte y no percibo los pensamientos y acciones que me desencadenas como un peligro, sino que te percibo aliviada, porque por fin te veo. Te expresas a través de mí, pero no soy yo. Ahora retomo la frase que he dicho al principio para continuar con la reflexión: “aunque yo me sienta fuerte mi cuerpo tiene muchos miedos”. Sí, racionalmente me siento fuerte y actúo como tal, pero corporalmente mi cuerpo siente miedos en determinadas ocasiones, que con los años he aprendido a ignorar, tapar, evitar y evadir. Y he aprendido a hacerlo muy bien, porque ahora no lo sentía en absoluto. Pero mi cuerpo me lo gritaba por otros lados y de otras formas, como por ejemplo la forma a la que yo llamé ansiedad, pero la sensación corporal era la misma, solo cambiaban las formas. Ahora viene la segunda parte del cuento de la vida de Senda: admitirlo, asimilarlo, convivir con ello, hasta que ¡puf! desaparezca. O por lo menos hasta que cambie mi forma de vivenciarlo. Sí, todo el mundo dice que se tiene que abrazar y sentir el miedo, o la tristeza, para que pasen, pero reconocer tener estas emociones y hacer todo este proceso una misma es súper difícil. Y lo que para mí ha sido más difícil es descubrir la emoción que tenía debajo de todas las capas de cebolla que con los años me he puesto. El libro de El proceso de la presencia me está ayudando mucho con todo esto, es una lectura que recomiendo a todo el mundo, te pone el mundo del revés y con un poco de constancia y paciencia creo que es una herramienta muy útil para evolucionar a nivel emocional y estar más en comunión con nuestro cuerpo y nuestra vida. Y creo que lo dejo aquí, que ahora tengo trabajo cosiendo mi cuerpecito. ¡Hasta el próximo desgarre corporal de laboratorio! Un abrazo sin miedo....
Afectos corporales
21 diciembre, 2018
Hasta ahora los artículos que he escrito han sido una especie de “diario de recuerdos” de cómo empezó todo, quería explicar cuál fue el detonante y cómo empecé a introducirme en este mundo de vivir en el cuerpo. Hacía mucho tiempo que sentía que necesitaba sacarlo, pero ahora que por fin lo he compartido, a parte de que lo veo muy lejano, me ha costado explicarlo usando los términos de la Senda de antes, desde su punto de vista. Vuelvo la vista atrás y me doy cuenta que he andado mucho desde entonces, y eso me hace muy feliz. El cuerpo, el gran olvidado Al empezar a andar este camino me he dado cuenta (me repito más que el ajo, pero de esto va la cosa, de darse cuenta —gracias Oihana) de lo olvidado que tenemos el cuerpo en nuestra vida, sólo le prestamos atención cuando duele y, por si no fuera poco, cuando nos duele hablamos mal de él: “¡Dichosa pierna! no me deja andar bien” o “Cómo me duelen las cervicales (con cara de asco)”. También le prestamos atención para quejarnos de lo que no nos gusta: que si tengo la nariz demasiado grande, tengo demasiado vello, me sobra un michelín, tengo poco pecho… Sin entrar en por qué tenemos estos auto-juicios tan severos, no somos conscientes de que somos nuestro cuerpo también. Con esto no quiero decir que el cuerpo nos defina, sino que el cuerpo es parte de nosotras y tenemos que mimarlo, escucharlo, prestarle atención para sentir lo que siente —sentimos—, igual como le prestamos atención a nuestra mente. Tal y como vivimos en la actualidad, con tanta prisa, lo único que escuchamos son nuestros pensamientos (críticas, juicios, deberes, obligaciones, ira contra el que se nos cruza por delante…). ¡Somos más que eso! ¿Qué te dices cuando observas tu cuerpo? ¿Os habéis fijado en cómo observamos nuestro cuerpo cuando estamos frente a un espejo? ¿Somos conscientes de lo que automáticamente pasa por nuestra mente cuando nos contemplamos? A nuestra mente deberían acudir pensamientos de amor y gratitud, porque nuestro cuerpo también somos nosotrxs, es la casa donde vivimos y el vehículo que nos permite vivir nuestra vida. Ahora mismo me encuentro en pleno proceso de aceptación verdadera de mi cuerpo. De acariciarme y abrazarme y sentir amor hacia mí, de mirarme al espejo y dedicarme una sonrisa, de mirarme al espejo y que me vengan ganas de abrazarme o de mover este body. Soy lo único que tengo, ¡quiero disfrutarme! Lógicamente esto no me sale siempre, pero antes no lo hacía nunca, y además siempre me miraba de forma crítica, juzgando severamente cualquier detalle que creía que no encajaba con el canon que esta sociedad nos impone. Esta sociedad machista que contempla el cuerpo de mujer como un objeto sexualizado, débil (aunque nunca me he sentido débil físicamente hablando, sí que me he sentido débil a nivel de presencia), con una talla que no puede ser sobrepasada, pero con pechos y culo. Opresión que va más allá del cuerpo También obliga a la mujer a callar, a ser sumisa, a no mostrar agresividad ni ira (sino estás loca); y también obliga a las mujeres a percibir todo esto como normal, seamos buenas por favor, no empecemos a cuestionarnos estas cosas que sino empezamos a molestar, a ser brujas. La mujer tampoco tiene placer, sólo cuando la penetra un hombre. La mujer no conoce al 100% sus zonas sexuales y erógenas: ¿sabes dibujar tu vulva y clítoris? ¿sabes dibujar un pene? Es muy fuerte que todas sepamos dibujar penes y no clítoris, esto es lo que este sistema patriarcal nos enseña desde que somos pequeñas, compañeras. Y, ¿qué es lo que conocemos de nuestras fases del ciclo menstrual? ¿Y cómo nos afectan? Ah vale, claro, no lo sabemos porque los hombres no tienen la regla, esa cosa sucia y que nos hace estar más locas. Mirada feminista sobre el cuerpo Para aceptar nuestro cuerpo tenemos que cambiar los ojos con los que nos vemos: tenemos que quitarnos las gafas oscuras del patriarcado, esas gafas críticas que hacen que nos juzguemos severamente, y tenemos que ponernos las gafas moradas, las que nos permiten reaprender qué partes componen nuestro cuerpo, las que nos permiten reconciliarnos con nuestro cuerpo con todo lo que tenemos, las que nos permiten hablarnos con amor y mimarnos, las que nos permiten ver a nuestras compañeras igual que a nosotras, como cuerpos diversos, y sentirnos hermanas con grandes poderes y mucho amor que compartir. He empezado el artículo con la intención de escribir sobre otro tema, pero hacia el tercer párrafo mis entrañas han empezado a gritar fuerte, han tomado el control de mi cuerpo y el bolígrafo ha empezado a correr línea tras línea (sí, escribo a papel y luego lo paso al ordenador, cosas de vivir en la jungla jejeje) escribiendo todo esto, que me hubiese gustado decir chillando. Necesitamos dejar de vernos con los ojos del patriarcado, es urgente, son nuestros cuerpos y nuestra esencia la que está en juego. Cómo aceptar nuestro cuerpo ¿Cómo empecé a introducirme en todo este mundo de aceptar mi cuerpo tal cuál es? Pues leyendo mucho, juntándome con compañeras para observarnos y cuestionarnos todo, y haciendo terapia con una Terapeuta Gestalt feminista majísima, a la que acudí por una cosa totalmente diferente y empezaron a salir “cosas” a flote, como si en mi mar de pensamientos hubiesen asomado boyas que yacían hundidas debajo del agua. Reunirme con mujeres feministas y hablar de feminidades es de lo más enriquecedor que he hecho en este camino. Os recomiendo de todo corazón, si es que aún no lo habéis hecho, buscar un grupo de mujeres, casa de la mujer, asociación feminista, lo que sea, en vuestro barrio, pueblo o ciudad, y hablar y compartir mucho, sin tapujos. Por si os apetece, en el apartado de Biblioteca, en la columna de Feminismo, hay algunas referencias sobre las mujeres que más me han inspirado en este camino. Y para terminar, el libro que más me ha ayudado a cambiar de gafas es Nacidas para el placer, de Mireia Darder. ¡Gracias, Ana, por prestarme tu tesoro!...
Smoothie bowl de banana y maracuyá
5 diciembre, 2018
Me encuentro en medio de un viaje personal que hacía mucho tiempo que quería realizar, aunque tengo que confesar que echo mucho de menos mi cocina y mis platos veganos preparados a base de plantas. Pero a pesar de las dificultades que una tiene para cocinar decentemente cuando está de viaje —y más si estás viviendo en el medio de la selva—, cuando tienes la oportunidad y las herramientas a veces salen pequeños tesoros como este smoothie bowl improvisado con sólo tres ingredientes. Aquí te dejo la receta de este SMOOTHIE BOWL TROPICAL DE BANANA Y MARACUYÁ. Ingredientes: 1 banana madura 1 maracuyá 2-3 cucharadas soperas de coco rallado 1 vaso de agua 1/2 cucharadita de café de canela o especias al gusto Yo no tenía leche vegetal así que improvisé una leche de coco batiendo coco rallado con agua, pero se puede usar cualquier leche vegetal. Aunque el toque del coco le queda fenomenal, sobretodo para las amantes del coco como yo =) Y de especias sólo usé canela porque era lo único que había en el hostal, pero puedes dejar volar libremente tu imaginación gustativa. Preparación: Corta la banana y aparta algunos trozos para usar de toppings. Abre el maracuyá y aparta algunas pepitas para decorar. En el caso que quieras hacer la leche de coco batida, batir el agua con el coco rallado en la batidora. Si vas a usar leche vegetal puedes saltarte este paso. Añadir la banana y el maracuyá a la leche de coco batida. Si vas a usar leche vegetal añádela ahora. Añade las especias. Bate todo y sirve en un bol. Decora con los toppings y ¡a disfrutar!...
Filosofía slow o slowlife
21 noviembre, 2018
Tal y como ya conté en el anterior artículo, en un determinado momento de mi vida algo despertó en mi interior y, sin haberlo decidido expresamente, empecé a aplicar la filosofía slow en un breve lapso de mi rutina diaria. Filosofía slow Para quién no lo sepa, el objetivo del movimiento slow o movimiento lento es retomar las riendas de nuestra vida y vivirla con calma, siguiendo los ritmos biológicos naturales, sin prisas ni estrés, o lo que viene a ser lo mismo: tomar el control del tiempo y no dejar que nos gobierne en los quehaceres diarios. En la actualidad se valoran de forma positiva las actitudes superproductivas, cuanto más productiva es una persona más bien valorada está. Nos enorgullece enormemente cuando al terminar el día vemos que hemos hecho “todo lo que queríamos hacer”. Pero, realmente, ¿eso nos llena? ¿Nos dedicamos tiempo para apreciar o vivir eso que hemos hecho? Y después de tanta productividad nos sentimos con cansancio, a menudo aplazamos los placeres para terminar con las obligaciones, si no es que terminamos cada día con la sensación de no poder con todo. El sistema capitalista es agotador. El movimiento nació en 1986 como una protesta ante la apertura de un McDonald’s en Roma. Con este acto surgió el movimiento Slow Food, en contraposición al fast food, y poco a poco fue abarcando más esferas como la personal (Slow Life), social, relaciones sexuales, y hasta abarcar comunidades y ciudades (Cittaslow). Es un movimiento colectivo que no está encabezado por nadie, aunque sí que podemos hablar de Carl Honoré como uno de sus gurús, el cuál escribió el famoso libro de Elogio de la lentitud. Decrecimiento y ecofeminismo Quiero aprovechar esta escueta introducción teórica a la filosofía slow para poner sobre la mesa un par de términos que considero relevantes y que también es interesante tener en cuenta (y por lo tanto reflexionar y cuestionarse) cuando andamos este camino de vivir en el cuerpo. Si te da pereza leer esta breve “chapa” puedes ir directamente al siguiente punto, no pasa nada :) Más adelante ya profundizaré sobre ellos. A nivel político, económico y social, una de las corrientes que paralelamente ha ido evolucionando con el movimiento slow es el decrecimiento, que lucha por reducir la producción económica para poder establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, y entre los propios seres humanos. Todos sabemos que el ritmo de producción y consumo actual es inviable a largo plazo, está por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta. Nos estamos cargando la Tierra a pasos agigantados. Por eso ya no hablamos de “desarrollo sostenible” sino de decrecimiento: reducir el consumo energético, de materiales… Pero un paso más allá del decrecimiento tenemos el ecofeminismo. Éste, además de abogar por el decrecimiento y el ecologismo, tiene como objetivo alcanzar la igualdad entre las personas (sexo, género, raza, estatus social…) y redefinir la relación del ser humano con los demás seres vivos para habitar más pacíficamente la tierra. Ya reflexionaré más sobre el ecofeminismo en otro post, aquí sólo quería hacer una breve introducción de este movimiento, porque para vivir en el cuerpo es necesario reflexionar y cuestionarse todas estas cosas. Vivir en el cuerpo de modo slow En mi caso empecé a aplicar la filosofía slow cuando nació en mí la necesidad de frenar mi paso al andar. El acto automático de andar me servía de ancla para prestar atención al instante presente y obligarme a andar relajadamente, sin prisa, apreciando lo que tenía a mi alrededor, notando cómo mi cuerpo bailaba torpemente en cada paso, e intentando que ese baile fuese más armónico. Me encantaba ese momento, me sentía superpresente, sentía que mi mente estaba en “la realidad” y no me tenía absorta en mis (sus) pensamientos. Esta “tontería” me llevó a comprobar que, cuando me despistaba, la atención se devolvía arriba, en la mente, y cuando yo la volvía a bajar al cuerpo (o a “la tierra”) me daba cuenta de que mis músculos habían vuelto a tensarse automáticamente y que volvía a andar como un robot inclinado unos 60 grados. Par seguir anclada en el proceso de andar presente y relajada, o andar slow, me repetía a mí misma las palabras: “Fluye”, “Siente”, y “Músculos destensados”. Como sentía que eso de frenarme y anclarme en el presente era beneficioso para mí, intenté ir aplicándolo a más rutinas, ya que “tenía prisa” en muuuchos actos automáticos. El siguiente momento que seleccioné fue la hora de lavar los platos. Así pues, cuando lavaba los platos intentaba hacerlo lentamente, superpresente, sintiendo el agua cómo corría por mis manos, fijándome en la postura corporal, y sin exceso de tensión. A veces lo hacía escuchando música y bailando, disfrutando ese breve momento que, de este modo, parecía más largo. Cambiar el foco de atención La idea de todo esto era ir encontrando momentos en el día a día en los que desconectar la mente de los “tengo que”, “y si…”, recuerdos, planificaciones futuras, diálogos inventados en posibles futuros encuentros… y poner el foco de mi atención en el cuerpo, en lo que ahora estoy haciendo y en lo que estoy sintiendo a través de los sentidos. Es decir, moverme o vivir de una forma más perceptiva (que no emotiva), y que, para poder hacerlo así, tenemos que hacerlo en modo slow o lento. A medida que me sentía más presente en mis actos confirmé que cuando no vivía en mi cuerpo tenía tendencia a mantener todos los músculos con un grado de tensión excesivo. Y descubrí algunas cosas muy interesantes pero que no encajan en este artículo dedicado a la filosofía slow, así que lo dejaré para otro artículo ;) Nota: Si alguna persona está interesada en obtener más información sobre los temas que se tratan, en la Biblioteca puedes encontrar artículos y vídeos interesantes....
Mi punto de partida
7 noviembre, 2018
En el primer artículo del blog de Viviendo en el Cuerpo quería explicar cuál fue el detonante que me motivó a emprender este emocionante viaje de aprender a vivir en el cuerpo, de bajar de la mente al cuerpo, de empezar a prestar más atención a las experiencias, sensaciones, percepciones y emociones que siente nuestro cuerpo, y de no estar tanto en la mente, en el raciocinio, de no escuchar únicamente nuestros pensamientos. El camino está siendo lento y se compone de pequeños pasos que pueden parecer triviales pero que, para mí, cada pequeño paso ha supuesto un descubrimiento relevante y ha impulsado un cambio sustancial en mi vivencia. Todo empezó a principios de abril de 2017, en unos días de transición entre dos empleos en los que sentí que necesitaba hacer un viaje para desconectar, y pensé en realizar una travesía de unos pocos días andando sola, ya que soy una apasionada del senderismo. La cuestión es que decidí andar un fragmento del Camino de Santiago, más que nada por la facilidad de encontrar sitios donde dormir por el camino. Como me hacía ilusión ir a Fisterra, ya que su nombre siempre me había llamado la atención, escogí el tramo de Santiago de Compostela a Fisterra. No es que el hecho de andar el camino me revelase nada interesante, ya que no soy católica ni creyente ni tenía ninguna intención más allá de andar, pero en ese camino sí que observé algo en mí que me llamó la atención: la primera noche que dormí en Santiago me puse los tapones y el antifaz (sin despertador) y dormí ¡¡¡12 horas!!! Yo, que siempre había pensado que no era capaz de dormir más de 7 horas, ¡dormí 12 horas! Y me desperté con una sensación de lividez, de cuerpo descansado y reparado extremadamente bella. Me sorprendí mucho. ¿Cuánto tiempo hacía que no descansaba tantas horas sin ninguna preocupación ni remordimiento? Ese día empecé el camino a las 11 de la mañana, ignorando felizmente todas las recomendaciones que me habían sugerido lxs conocidxs. Y así fluyeron esos cuatro días del camino, durmiendo hasta que mi cuerpo despertase y donde las únicas preocupaciones sólo eran dormir, andar y comer. En el camino conocí a un amigo que se pasó 30 días andando solo, y me contó que su distracción en esos días que estuvo solo fue buscar detalles en el entorno; un día eran redondas amarillas, otro día corazones, otro día espirales azules… una redonda amarilla podía ser una manzana, una flor, el sol… En ese momento me pareció curioso, pero no le dí demasiada importancia. Hasta más tarde. El caso es que cuando volví a “casa” no quería que esa sensación tan mágica de paz mental y corporal que había sentido durante esos cuatro días, sin preocupaciones y mucho descanso, se fuese de dentro de mí. Me obligaba a hacerlo todo tranquilamente, a intentar apreciar el instante presente que estaba viviendo. Pero temía que cuando empezase en el nuevo trabajo todo eso se desvanecería… ¡Y no quería! ¡Era tan bonita la vida así! El primer día del nuevo trabajo ya empecé con el pie izquierdo, pasé muy mala noche porque tuve pesadillas en las que adversidades climáticas no me dejaban llegar a la nueva oficina. Me levanté reventada, desayuné y salí en busca del tren. Y fue en ese primer camino en busca del tren en el que algo me hizo “clac”: ¿por qué andaba tan deprisa? Me vi reflejada en los cristales de los aparadores andando echada hacia adelante, retando a la gravedad para poder andar más rápido. ¿No quería mantener la magia de esos cuatro días? ¿Qué diferenciaba mi andar de esos días con mi andar de ir a trabajar? Estaba andando igual, ¿no? Y había salido con tiempo de margen para no llegar tarde. Así pues, enderecé mi postura, erguida con la espalda recta, y me dispuse a seguir andando. Se me hizo extraño ya que esa postura me obligaba a andar más lento. ¿Cómo no me había fijado nunca? También me percaté de que andaba con todos los músculos tensos, me sentía como un robot. Los días que siguieron aprovechaba mi camino matutino hacia la estación de tren para prestar atención a mi andar: intentaba andar derecha, tranquila, con todos los músculos destensados. Y me di cuenta de que cuando mi atención estaba en mi mente enredada con los pensamientos me olvidaba de mi postura corporal y de andar tranquila. En ese momento me acordé del juego del amigo que conocí en el camino y lo apliqué a mis “excursiones” matutinas al tren: andaba lento, como paseando tranquilamente, sintiendo mis músculos relajados y distrayendo a mi mente buscando redondas rojas por el camino. Me sorprendió que cada día encontraba redondas rojas nuevas en el mismo camino. Además incorporé una rutina mientras desayunaba que hacía tiempo que tenía olvidada: leer unas frases que me resonaban mucho, y que al leerlas por la mañana me recordaban las cosas que sentía que eran importantes para mí en ese momento, para estar más presente en el presente y en mi cuerpo. Me gustaba ese momento del día en el que me dedicaba únicamente a mí. Empezaba el día con más optimismo, me daba la sensación que no empezaba el día con mi yo de trabajadora sino con mi yo “yo”. El yo de trabajadora empezaba cuando llegaba a la oficina. Y creo que hasta aquí voy a explicar cómo empezó mi camino de bajar de la mente al cuerpo, aunque en esos entonces yo no sabía que había iniciado este viaje, sólo me di cuenta de que tenía un piloto automático activado del que no era consciente y que sus efectos en mí no me parecían nada beneficiosos. Este es el punto de partida a partir del cuál empecé a añadir rutinas en el día a día que me ayudaban a sentirme más presente, a sentirme más en el cuerpo. Empecé a reflexionar sobre temas muy interesantes como es el tiempo, tan valioso pero a la vez el tan ignorado. En los próximos artículos seguiré explicando los pasos que he ido andando en esta bella excursión de la vida, además de compartir reflexiones varias que me he ido cuestionando. ¡Un achuchón gigante!...
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